“Hacia la estrellas” de Mary Robinette Kowal

 


En 1952 un meteorito impacta contra la Tierra y arrasa la costa este de Estados Unidos. Los supervivientes se enfrentan a un efecto invernadero que acabará por dejar inhabitable el planeta, así que potenciar el programa espacial se convierte en una necesidad. La novela se centra en Elma York, una antigua piloto del Servicio Aéreo Femenino durante la segunda guerra mundial, matemática que trabaja como calculadora en la Coalición Espacial Internacional, mientras suspira por convertirse en astronauta. 

El libro es a la vez una reivindicación del trabajo de las mujeres que trabajaron como calculadoras durante la carrera espacial, una epopeya de superación feminista y una novela histórica. 

Si, han oído bien, he calificado como novela histórica una ucronía situada en el siglo XX. En el fondo todas las ucronías son novelas históricas y, aunque sea una novela de ciencia ficción “Hacia las estrellas” no describe la sociedad de un mundo alienígena, sino la de Estados Unidos durante los años cincuenta. De igual modo, Mary Robinette Kowal no imagina tecnologías imposibles, sino que utiliza las existentes en aquel momento. Incluso un poco menos, si he prestado bastante atención a la nota histórica, la informática estaba algo más desarrollada de lo que aparece en el libro, pero, por razones dramáticas, hace que los IBM no funcionen demasiado bien. Por lo demás, la reconstrucción recreación de la época me parece correcta, pero no se puede decir que sea una recreación impresionante, de esas que hacen que te sientas como si hubieras vivido esos días, aunque dispara dardos muy acertados contra la situación de las mujeres y de la población no perteneciente a la raza blanca. 

La novela, la que la sigue y las que la seguirán, es una precuela del relato "La señora astronauta de Marte", incluido en la antología “A la deriva en el mar de lluvias y otros relatos” que, todo sea dicho de paso, me encantó. Y me gustó mucho más que esta novela. Por un lado, no ofrece demasiados alicientes al enamorado de la literatura fantástica, puesto que la parte especulativa se limita al impacto del meteorito, que ocurre en los primeros capítulos, por cierto muy bien narrados. A partir de ahí, la novela es un 90% de drama de superación, de Elma luchando contra las barreras que imponía a las mujeres la sociedad de la época y de su propio trastorno de ansiedad. 

Me quejaba en mi reseña de “El arca” de que Stephen Baxter no se molestaba en que las peripecias dramáticas de sus personajes alcanzaran el nivel de un culebrón televisivo. Bueno, pues Mary Robinette Kowal si lo consigue, pero no llega mucho más lejos. Los parientes vivos de la protagonista y narradora resultan entrañables y encantadores. Elma resulta bastante simpática, aunque pase demasiado tiempo quejándose del modo en que se desaprovechan sus talentos, por otro lado, inmensos. Sus problemas de ansiedad la humanizan un poco, pero sin pasarse. Creo que la autora exagera un poco cada vez que nos demuestra el pedazo de piloto y matemática que es. Su marido, a su vez, es, sencillamente, perfecto. Una persona amable y afectuosa que siempre apoya en todo a su pareja. Salvando las distancias, me recuerda aquellas novelas decimonónicas en las que la novia del protagonista era un cúmulo de virtudes sin tacha, todo dulzura y buenos sentimientos. Un hombre que creyera en mi y me apoyara de tal modo llegaría a hacerme dudar de mi propia heterosexualidad. 

En fin, que la pareja protagonista me parece demasiado ideal y el villano de la historia, Stetson Parker, de puro malo, parece una caricatura. Los esfuerzos de Emma tampoco resultan demasiado atractivos, consisten en atraer la mayor atención posible sobre si misma, organizando espectáculos aéreos y, sobre todo, haciendo intervenciones en un programa de divulgación para niños (lo que la motiva especialmente, porque no puede decepcionar a las niñas que creen en ella). Ojo, que creo que posiblemente, en aquella época, sería la mejor estrategia a seguir, simplemente, no encuentro interesante leer sobre ello. Además Mary Robinette Kowal nos hurta los momentos más estresantes para su protagonista. Dos de cada tres veces que tiene que hablar en público, que recordemos que para ella suponen un infierno, el capítulo termina justo cuando se aclara la garganta antes de empezar y el siguiente continua después de que haya acabado. Gracias a ellos nos ahorramos tener que atender a varios programas de divulgación infantil, pero me crea una sensación de coitus interruptus. 

Parece el tipo de historia cuya adaptación a la gran pantalla produciría Steven Spielberg. Transcurre en los 50 en Estados Unidos, una época todavía envuelta en el halo nostálgico a tartas de manzana de la era Roosevelt, pero en la que empiezan a aflorar las grietas que se harán visibles en los sesenta, mezcla una historia de superación personal con un esfuerzo colectivo, trata la carrera espacial, que es un tema que le es querido, está llena de valores familiares y la pareja protagonista es judía. Aunque no creo que la dirigiera en persona. 

No es una mala novela, pero me ha dejado un poco frio. Es una lectura agradable, que no apasionante. Trata temas importantes, pero no me parece que los trate de un modo particularmente profundo o innovador. Simplemente, no encuentro en el libro nada especial o conmovedor, salvo el último capítulo, consistente en el lanzamiento de un cohete, narrado desde el punto de vista de uno de los tripulantes, que si que me ha apasionado.

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