"Rifters 3: Behemot" de Peter Watts




Tercera y final entrega de la saga de los rifters. Está estructurada en dos partes. En la primera, regresamos a las profundidades marinas, aunque esta vez sea en el atlántico, para asistir a las fricciones entre los corporativos exiliados y los rifters. En la segunda Lennie Clarke y Ken Lubin regresan a tierra firme y exploran en lo que se ha convertido el mundo, devastado por el Behemot. Desde las primeras páginas, sabemos que el villano de esta entrega es, en realidad, Achilles Desjardins, el agente de alto rango que, aparentemente, mantiene unida lo que queda de norte américa con sus manos desnudas, pero al que los acontecimientos del volumen anterior privaron de conciencia y de cualquier tipo de escrúpulo moral, al igual que a Ken Lubin. Contrastando con este par de simpaticones, Lennie Clarke carga en su conciencia con el peso de todas las muertes provocadas por su vendetta y se muestra mucho más humana y compasiva.

En lo meramente literario, esta novela tiene varios problemas.

El principal, la primera parte. No aburre, la novela no llega a aburrir en ningún momento y tampoco lo hace en su comienzo, donde plantea un juego de traiciones y desconfianzas entre dos bandos antiguamente enfrentados en el que intentan mediar algunos líderes bien intencionados, un esquema eficaz, aunque mil veces visto. Si lo piensas bien, es una especie de western subacuático, aunque sea del tipo de western que menos me gusta. Lo que pasa es que los acontecimientos que ocurren en esta parte son relativamente poco importantes. Al final, constituye casi una excusa argumental para que Lennie y Lubin abandonen el mar. A pesar de ello, se lleva casi la mitad de la novela. Es algo que no se percibe inmediatamente, reitero que no aburre, pero incluso mientras lo lees te sorprende que se dejen en el aire las catástrofes que afligen al resto del mundo para centrarse en este diminuto microcosmos. Quizá a Watts le faltó una revisión a conciencia del borrador, o se vio atrapado por los excesos del escritor de brújula.

De los demás problemas, uno puede ser cosa mía, que mi dominio del idioma no haya sido suficiente, pero cuando Peter Watts se pone a hablar de química o microbiología, resulta dificilísimo seguirle. Lo curioso es que, en las notas finales, donde explica de donde ha sacado cada idea, se le entiende mucho mejor. ¿Dificultad de expresión o tecnojerga? Es de mal pensados ser desconfiados, pero cuando habla de informática, suelta muchos supuestos tecnicismos que, en el fondo, tienen poco significado.

Finalmente, no es un libro para estómagos delicados. Uno de los protagonistas es un sádico, eso lo dice todo. Los niveles de violencia que se exponen pueden repeler a más de uno. A mí mismo me resultó difícil de soportar el “torture porn” que el autor se marca hacia el final del libro, con amputaciones incluidas.

Si el lector es capaz de sobreponerse a estos inconvenientes, podrá disfrutar, o afligirse, con sus guiños al terror. No sólo Desjardins se ha convertido en una figura terrorífica, si no que una especie de demonios campan a sus anchas por el “maelstrom” que antaño fue la red. También hay escenas de acción muy peliculeras, que impregnan el desenlace, contra las que no tengo nada, aunque estas cosas siempre quedan mejor en el cine que volcadas en palabras, sobre todo, en palabras en otro idioma.

Pero el punto fuerte de Watts es su capacidad especulativa (1). En esta novela hace una interesante aplicación de los mecanismos que rigen los ecosistemas y la evolución, a los algoritmos auto-replicativos informáticos, a la vez que se hunde en las partes más incomprensibles de la biología con la llegada del sepukku, un nuevo microorganismo, que parece diseñado para acabar con el Behemot o con los infectados por él. Control de plagas informáticas, algoritmos evolucionados “naturalmente” cuyo código fuente, como no podía ser menos, está lleno de sentencias aleatoria sin utilidad, cual genes basura. ¿Liberación de mitocondrias? ¿Reescritura genética? Hay ideas atrevidas e interesantes, que se desatan mientras se precipita el duelo final entre Lubin y Desjardins, un duelo entre dos seres sin conciencia, en el que se exploran las motivaciones que rigen el comportamiento: la auto-preservación, la búsqueda del placer, la fidelidad a las normas, la venganza (en las notas se incluyen estudios que parecen indicar que estamos genéticamente programados para vengarnos, aunque no obtengamos beneficio de ello e incluso cause perjuicio)

Parece todo muy interesante, los temas que trata lo son, pero “Behemot” queda un poco deslucido en comparación con el resto de la saga. Aunque la cierra de un modo bastante correcto, atando más o menos todos los cabos sueltos, aporta poco, en comparación con la exuberancia creativa de los primeros volúmenes. Es más una prolongación de lo anterior que un nuevo aporte. Juega con las ideas ya presentadas y las desarrolla un poquito más, pero tampoco demasiado. Por mucho que me guste revisitar un mundo o un universo que me fascine, no soporto las sagas interminables en la que tantos autores han arruinado el pozo de su creativdad, hasta el punto de hacerte aborrecer obras que en su día amaste. No ocurrirá así con los rifters, la lectura que me animó el verano del 24. Tres volúmenes son y en tres volúmenes se quedarán y afortunados somo con ello. Sin embargo, uno siempre espera que el desenlace de una serie sea el momento álgido de la misma, su clímax, el más difícil todavía, la conclusión que se te quede clavada en el cerebro y la haga inolvidable. Normalmente, te llevas una decepción. El mejor libro de una serie suele ser el primero. Aunque su conclusión sea mejor que la de muchas (y al menos concluya) los rifters no son un caso aparte.



(1) Cómo diría Sergio Mars, al que, aunque lo intento, no puedo evitar copiar continuamente en mis reseñas.

Comentarios

  1. En el futuro de la novela, la corriente del golfo ya ha desaparecido, con las gélidas consecuencias esperadas. Estas semanas que se está hablando tanto de ella, conviene recordar que la novela es del 2004, o sea que hace al menos veinte años que los científicos vienen advirtiéndolo. Como se dice (más o menos, lo digo de memoria y mi traducción apesta) en Behemot “no se le escapaba la ironía de que el calentamiento global hubiera convertido Europa oriental en una nueva Siberia”

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