"Rifters 2: Maelstrom" de Peter Watts




He perdido cualquier esperanza de que esta obra se publique algún día por estos lares, así que no me voy a cortar con los spoilers. La novela empieza donde acabó la anterior, con Lennie Clarke, aparentemente la única superviviente de la estación BeeBe alcanzando la costa de norte américa, a pesar de los pírricos esfuerzos realizados para acabar con ella. Lennie está infectada con el Behemot, un microorganismo encontrado en las profundidades de la dorsal de Juan de Fuca, cuya difusión amenazaría toda la vida en nuestro planeta y es su vector de transmisión, inconsciente a veces, otras no, pues la rabia que la posee hacía los que han intentado matarla, su padre abusador, su madre cómplice por pasividad y el mundo entero es tal que la cantidad astronómica de muerte que pueda traer su venganza la trae sin cuidado. Para acabar de enredarlo todo, empieza a tener flashbacks de una infancia feliz que contradice sus recuerdos más arraigados.

El “Maesltrom” del título es lo que anteriormente fue conocido como Internet, cuando sólo había una. Como ya se intuía en “StarFish”, ahora es pasto libre para innumerables virus semi-inteligentes e inteligencias salvajes, aceleradamente evolucionadas en un entorno en el que miles de generaciones se suceden en un abrir y cerrar de ojos. La fatalidad o la ecología de la información acaban convirtiendo a Lennie en objeto de una especie de culto, la Madonna del apocalipsis, con miles de seguidores, tanto virtuales como de carne y hueso, dispuestos a apoyarla en su labor destructiva.

A falta de concluir la lectura de la trilogía, “Maelstrom” es una novela sobre el fin del mundo o, al menos, sobre el comienzo del fin del mundo. Por tanto, se aleja de las profundidades abisales del mar y del fascinante entorno en que transcurría “Starfish”. Para mí, fue un duro golpe, aunque posteriormente la cosa mejora, especialmente en lo narrativo. Watts domina mucho más el pulso del relato que en la anterior entrega. Al contrario que en aquella, en “Maelstrom” sí que tiene claro el cometido de cada personaje y el trayecto que debe recorrer hasta alcanzarlo, entrecruzando sus pasos con habilidad, mientras plantea sus tesis y describe sus pesimistas escenarios.

Ante los que uno no sabe con cual horrorizarse más, si ante esa línea costera convertida en un inmenso campo de refugiados, alimentados por “Cicladores de Calvin” (que sintetizan alimentos a partir de materia inorgánica),.. junto con antidepresivos que los mantienen dóciles, o al fervor con el que multitudes e individuos aparentemente inteligentes colaboran en su propia extinción, como muestra de desafío ante la autoridad. Aunque el premio gordo, en mi opinión, se lo lleva el personaje de Aquiles Desjardins, un agente de crisis, hábil en el reconocimiento de pautas, al que las restricciones de seguridad han esclavizado químicamente el cerebro para la búsqueda del bien mayor, privándolo del libre albedrío a la vez que lo absuelven de las consecuencias de cualquier acto, cualquier sacrificio, en el que incurra en la búsqueda de ese “bien superior”. Desjardins guarda en su interior diversas sorpresas, muchas de ellas desagradables, al igual que la propia Clarke o el recuperado agente de inteligencia Ken Lubin. En cierto modo, Watts traza a través de los tres personajes un estudio sobre la conciencia, la libertad y las consecuencias de su búsqueda. Y, como siempre, las conclusiones de Watts son desoladoras. No creo que otro autor sea capaz de defender ideas como que la conciencia no tiene sentido evolutivo y que las personas con conciencia están predestinadas a ser explotadas por las personas que carecen de ella.

Mi disfrute no ha sido total. Mi desconocimiento del idioma original no ayuda, pero cuando se pone a explicar la fisiología del Behemot puede llegar a ser completamente incomprensible. No he pillado mucho, aparte de que utiliza ARN y que su membrana externa es casi mineral lo que la hace invisible ante virus y sistemas inmunitarios por igual (probablemente no habré dado una a derechas al escribir esto). Igualmente, incomprensibles resultan algunos capítulos, que transcurren desde el punto de vista de virus informáticos, aunque otros sean de los mejores de la novela. Aun así, sigue siendo de las mejores novelas que he leídos en muchos años. Protagonistas entre desquiciados y psicópatas, brillantes especulaciones narradas a ritmo de thriller. ¿Cómo resistirse a ello?

Comentarios

  1. Le comenté el argumento de este libro a mi hermano y el vio muchas similitudes con la novela del 2004 "El quinto día" de Frank Schätzing, que no he leído. El comienzo de la saga de los rifters es de 1999, pero creo que cualquier parecido debe ser accidental, porque he leído múltiples anécdotas sobre la bocaza de Peter Watts y, de no serlo, no creo que hubiera sido capaza de mantenerla cerrada.


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  2. La vida te da unas sorpresas extrañas. Tengo por costumbre intercalar algún libro de otro autor entre cada dos ejemplares de una saga. En realidad, incluso suelo intentar leer algo que no sea de ciencia ficción entre cada dos lecturas, temor al síndrome de Alonso Quijano, debe ser. En esta ocasión, intenté ponerme con la lectura de una space opera de autoría española que llevaba una considerable cantidad de años en mi eReader … y no pude con ella. ¿Habré llegado al temido momento en que las batallas espaciales y los tiroteos con pistolas de rayos empiecen a aburrirme? Espero que no, pero al final renuncié y volví a los Rifters y la decisión parece acertada.

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