Existence (4) valoración final



SPOILERS

SPOILERS

SPOILERS




Las virtudes literarias/artísticas/intelectuales de un libro son algo subjetivo. Dicho esto, David Brin siempre tuvo cierta habilidad para hacer entrañables a sus personajes. No es que esa habilidad haya desaparecido, pero, en “Existence”, ese aspecto está algo menos logrado de lo que solía estar. Aún así, no es su principal problema, no es el que cambió radicalmente la impresión que me estaba produciendo la novela. Les pondré en situación: en mi moribundo e-reader, con un tamaño de letra que pueda leerse con facilidad, la novela son unas ochocientas páginas. Como comenté en un post anterior, estaba disfrutando leyéndola. Las cosas se ponían cada vez más emocionantes, se habían descubierto diferentes facciones de sondas, mutuamente enfrentadas. El movimiento anti-progreso y sus aristocráticos aliados habían hecho su movimiento devastador, aunque no tan evidente como debería, parecer, acaparando el acceso a la sonda original. Nuevas sondas empezaban a despertar a la actividad por el sistema solar, donde eran misteriosamente despachadas por descargadas de láser, o surgían del subsuelo. Los buenos de la novela empezaban a reaccionar, se descubría quien los estaba dirigiendo y con que apoyos contaba, lograban un triunfo esperanzador … y de repente, si esto fuera una película, te saltaría un letrero diciendo “veintitantos años después”.

Tal cual. David Brin deja tiradas todas las líneas argumentales y retoma la acción con sólo algunos de los personajes principales, un par de décadas después. Tenemos que deducir como terminaron las cosas por los comentarios de los personajes restantes y por alguna que otra referencia a acontecimientos fundamentales, que los lectores nunca llegamos a presenciar. El saldo es desolador. Si revisamos la lista de personajes que escribí anteriormente, nos encontramos que la trama de Hacker Torrey, la que había sido publicada previamente como relato, termina justamente donde termina el relato. No tiene continuidad ni influencia sobre el argumento, todos esos capítulos se podrían haber eliminado de la novela sin problemas. Su madre Joey, que no pintaba nada, nunca llegó a pintar nada, aunque es recuperada en el epílogo, junto a Hamis Brookeman. Por el contrario, Tor Poplov, que al principio parecía irrelevante, se convierte en casi el personaje más importante. Y nunca llegaremos a saber que fue de Peng Xian Bin.

A menudo no puedo evitar pensar en la entrada que voy a escribir, mientras leo un libro. En este caso, pensé que escribiría: “Existence no es una novela, son dos. Una novela inacabada y una secuela de esa novela inacabada”. Pero no, sería injusto llamar “novela” a las últimas doscientas páginas. Al parecer, es una revisión de un cuento que, en esta ocasión, no he leído. Lo dice el autor en los agradecimientos. Tal como queda, la acción se traslada al espacio y los capítulos se intercalan con una especie de manifiesto de Tor Poplov, dirigido a cualesquiera alienígenas que puedan existir y estar observando en silencio a la humanidad. En él se examinan todas las posibles explicaciones para ese comportamiento tan poco sociable, al menos todas las que se le ocurrieron al autor, que son más de diez. Se rebaten, y se desafía a esos hipotéticos observadores a salir a la luz. Ya podría haberlo incluido como apéndice y haberse dedicado a terminar la novela.

Por en medio, hay una situación de riesgo, muy emocionante y un gran descubrimiento, junto con algunas reflexiones sobre las máquinas de Von Newman que no sorprenderán a los lectores de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Si que sorprende lo abrupto de su final, tratándose de un cuento publicado independientemente, uno esperaría que tuviera una conclusión más trabajada. Y un acabado mayor de las subtramas. Llamarlas subtramas puede ser exagerado, pero hay varios capítulos de Gerald Livingstone dándole vueltas a cuestiones más bien metafísicas, sólo o acompañado. Uno asumiría que esos capítulos van a servir de algo, pedir que Livingstone despierte de Matrix sería exagerado, pero, al menos, quizá que le encaminarán a su visión personal del sentido de la vida, o algún descubrimiento sobre su naturaleza emocional. Pero no, una vez más, son capítulos completamente suprimibles.

Finalmente, llegamos a la parte final de la novela, que he denominado epílogo, aunque no es el epílogo. Los agradecimientos no lo dicen, pero esta parte sí que es un relato. Un relato sitiuado en el mismo universo que el resto del libro, en el que digitalizaciones de varios de los protagonistas despiertan en una sonda, aparentemente perteneciente a la cadena de cartas. Este relato si tiene su comienzo y su final, es bastante entretenido y tiene sus cosillas interesantes, pero es un pegote, al fin y al cabo.

Me da la sensación de que David Brin se puso como objetivo escribir la novela definitiva sobre el silencio que parece reinar en el universo y el destino de la humanidad, salpicada con algunas de sus obsesiones personales sobre los desafíos medioambientales, sociales y tecnológicos que aguardan en el futuro de pasado mañana, todo ello narrado con su amenidad habitual, en clave de aventura o, al menos, de thriller, con un poco de culebrón. Y cuando llegó a las seiscientas páginas se dijo, me estoy pasando, si no le pongo remedio, me va a volver a salir una trilogía. Así que frenó en seco, interrumpió todas las tramas, pegó un par de relatos para hacer bulto, envolvió el conjunto con un lazo y se lo entregó corriendo a su editor, justo a tiempo para la fecha de entrega.

Quizás me pase de mal pensado. Dada la periodicidad con que publica David Brin, es probable que no tenga fechas de entrega.

En los agradecimientos aparece una larga lista de lectores beta, entre los que se incluyen algunos escritores ya consagrados. Es descorazonador. Le hace a uno plantearse la utilidad de dichos lectores. ¿Es posible que ninguno de los miembros de una comunidad tan extensa alzara su mano para indicar a David Brin que estaba dejando las cosas a medias? ¿Se tratará de un caso de exceso de respeto hacia un colega y amigo o más bien que de que David Brin ignoró todas las sugerencias? Hay que reconocer que, como autor, siempre tuvo esa prerrogativa …

En estas condiciones, no me sorprende que esta novela nunca se haya publicado en español, a pesar de los 12 años transcurridos desde su publicación.

A pesar de todo, quisiera matizar la opinión tan negativa que estoy dando. La novela queda muy deslucida por su tramo final, pero durante 600 páginas, que se dice pronto, David Brin me mantuvo completamente entretenido e interesado. No es moco de pavo y son tres cuartas partes de la novela. Independientemente del cuarto final, sus reflexiones y especulaciones son interesantes y pertinentes,. Aunque no recomiendo su lectura, me ha pasado un como como mientras leía la saga de los rifters este verano, no paraba de preguntarme ¿Por qué las editoriales españolas ya no publicarán este tipo de obras?

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

“El fin de la muerte” de Cixin Liu

“El despertar del leviatán” de James S. A. Corey

“El problema de los tres cuerpos” de Liu Cixin