"Soy un bárbaro" de Edgar Rice Burroughs


Pienso que todo aficionado al fantástico debería leer, por lo menos, “Una princesa de Marte”. No digo ya, por conocer los orígenes del género, que es cosa de estudiosos, si no por pillar todas las referencias que salpican la ciencia ficción desde entonces. Yo, personalmente, aguanté 4 novelas de Barsoom, 3 de John Carter y una del novio de su hija, separadas por un amplio espacio de tiempo. Lo abandoné porque llegué a la conclusión de que todas eran variantes del mismo argumento, John Carter persiguiendo a los secuestradores de su esposa Deja Thoris. Creo que es una premisa que se extiende a la mayor parte de la obra de Burroughs, las sinopsis que he revisado de las novelas de Tarzán me hacen pensar que estas consisten en Lord Greystoke persiguiendo a los secuestradores de Jane.

Pero siento predilección por los pulps de principios del siglo XX, porque conjugaban dos virtudes que parecen desaparecidas hoy en día: iban directamente al grano y, aunque quizá algo ingenuamente, estaban más influidos por la literatura, que por el cine o la televisión. Quizá por eso me atraen las novelas en las que Burroughs aparenta salir de su zona de confort. En esta novela, acomete la tarea de narrar la vida de Caligula, contada por su esclavo personal, un bárbaro de su misma edad que le acompaña desde su infancia. Burroughs se documentó más de lo habitual en estas publicaciones, por ejemplo, debió de consultar un mapa de la Roma de la época, pues suele dar los nombres exactos de las calles por las que circulan. Eso no quiere decir que la documentación sea asombrosa. El traductor, Pedro Cañas Navarro, se ocupa a menudo de sacarle los colores por sus meteduras de pata, especialmente en lo relativo al derecho.

Cabe destacar el profundo desprecio que Burroughs muestra por la cultura y el pueblo romanos. Mira que yo, habiendo perdido los dientes de leche mientras leía tebeos de Asterix, siempre me he sentido más identificado con los pueblos que conquistaron que con los romanos, pero no puedo negar la huella que la cultura romana ha dejado en el mundo. Pedro Cañas Navarro justifica los exabruptos de Burroughs como parte de la campaña de propaganda previa a su intervención en la segunda guerra mundial, en la que Estados Unidos estaba inmersa en las fechas de publicación de la novela. Parece plausible. También podría tratarse de reflejar la subjetividad de Brito, que tiene fundados motivos para odiar a los romanos, pero Burroughs no era muy propenso a este tipo de sutilezas.

No es de extrañar. El objetivo primordial de Burroughs es entretener, no divulgar ni la búsqueda de la excelencia literaria. Nada que objetar. Durante más de la mitad de la novela lo consigue y, al ser un libro más bien corto, se lee en un suspiro. Se trata de la parte de la novela en la que se narra la infancia y adolescencia de Brito, el esclavo, siempre al borde de la crucifixión por sus salidas de tono y su falta de respeto a sus amos. En esta parte predomina la ficción y Calígula pinta muy poco. Los problemas de la novela llegan cuando Calígula se convierte en emperador, y la ficción desaparece, casi por completo, sustituida por la historia o, al menos, por citas de Suetonio y Robert Graves. A partir de aquí, el libro se convierte en una crónica del reinado de Cayo Julio César Augusto Germánico, una mera cronología aséptica de hechos, por la que cuesta mucho interesarse.

Comentarios

  1. Como curiosidad, si queréis conocer otros puntos de vista sobre la vida de Calígula, en este enlace podéis leer la reseña de una novela, con certeza mucho más documentada, en la que la autora cuestiona la leyenda negra del personaje.

    https://lanovelaantihistorica.wordpress.com/2017/11/20/mas-alla-de-yo-claudio-el-rey-de-nemi-el-juicio-de-caligula-de-sandra-parente/

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    1. Es cierto que la mayoría de los que vivimos la pelis de Romanos nos identificábamos mas con los "otros", pero como siempre eran los malos supongo que era lo normal. A posteriori tengo que decir que la cultura Romana me ha gustado mucho y he leído bastante al respecto, aunque quién me sigue fascinando es uno de los grandes enemigos de Roma: Anibal.

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