“¿Quién anda por aquí?”. de Bob Shaw.


Me acabo de dar cuenta de que me he acabado este libro y no sé a que viene el título, y eso que es una traslación literal del original en ingles “Who goes here?”. Es la historia de Warren Peace, un hombre que despierta, podríamos decir que nace, en la oficina de reclutamiento de la Legión del Espacio. Puesto que los reclutas se alistaban en la Legión Extranjera para olvidar, en el lejano futuro ese olvido es literal, mediante borrado de cerebro. Ese borrado, normalmente solo afecta a unos pocos días, o al motivo por el que se alistaron, pero Warren Peace no recuerda nada, es un amnésico total, lo que hace suponer a todo el mundo que ha llevado una monstruosa vida de crimen y depravación.

            Bob Shaw nos regala en esta novelita una pieza de ciencia ficción humorística. La contraportada la compara con Fredric Brown y Robert Sheckley, que debían de ser los ejemplos más representativos en el momento de su publicación, pero, sobre todo en su primera parte, recuerda más al Harry Harrison de “Bill, héroe galáctico”. En ella Bob Shaw reparte unos cuantos derechazos a la tradición militarista e imperialista de su país.

            Warren Peace es un personaje bufo, a pesar del terrible pasado que se le supone, no es más que un inocente desamparado en un universo hostil, al que la mala suerte le persigue, metiéndole en accidentes y situaciones embarazosas una y otra vez. Algunos de los mejores gags no tienen prácticamente nada que ver con lo fantástico, como el incidente con el niño en el cine o el de la cabina telefónica. En algunos casi se podría imaginar a Peter Sellers en el lugar del protagonista, llevando el caos a todas partes, a pesar de sus buenas intenciones.

            Quede para los aficionados al psicoanálisis la cualidad neutra de Peace, que no sólo no muestra ningún interés por el sexo, sino que al final parece abrazar con alegría el abandono de su naturaleza sexual y que, en este lejano futuro, las relaciones homosexuales estén mal vistas socialmente.

            No existe la menor profundidad en ninguno de los personajes, ni falta que hace. Todo está supeditado a la trama, tan trepidante como delirante, cómo es de esperar en este tipo de lecturas. Quede para el recuerdo ese memorable hallazgo del retrete de señoras que esconde una máquina del tiempo, con el que Bob Shaw se adelantó en décadas a “Frecuently ask questions about time travel”. La novela cumple con lo que se propone, un divertimiento ligero que entretiene, lo que no es poco. No llega a las alturas alcanzadas posteriormente por Terry Pratchet o por Douglas Adams en sus mejores momentos, pero es una novela que se recuerda con una sonrisa.


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