Y para terminar el año ...
Y por ello, que viva la guerra,
señores. La guerra que nos cambia y nos cambiará para siempre. Y que nos salvará
de la humanidad. Esa humanidad que no nos da nada excepto el círculo cerrado de
la vida, excepto el aburrimiento mortal y la cansina banalidad de lo cotidiano,
excepto el dolor de los sueños incumplidos, excepto la desesperación de la
consciencia de la propia menudencia y falta de significado. La guerra nos
ampara de la humanidad en la que tan sólo nos puede esperar el adulterio de la
mujer, la traición de los amigos, el desprecio hostil de los gobernantes, la
indiferencia de la familia. La guerra nos protege de la humanidad y del cáncer
de pulmón, de la neurosis, de la úlcera péptica, de la cirrosis hepática, de la
hiperplasia prostática, de las piedras biliares y del infarto que esta
humanidad trae consigo; enfermedades a consecuencia de las que la cama del
hospital nos priva de los restos de humanidad, mientras que las residencias y
hospicios nos quitan los remanentes de dignidad.
Optimistas reflexiones del
alférez Pavel Levart de la novela “Víbora”.
de Andrzej Sapkowski.
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