"De un cadáver, nada bueno" de Leigh Brackett


Saber que Leigh Brackett colaboró habitualmente como guionista con Howard Hawks, uno de mis directores de cine favoritos de todos los tiempos, y que además lo hizo en “Río Bravo”, “El dorado” y “El sueño eterno” (según la introducción del libro rescribiendo los diálogos de William Faulkner), tres de mis películas favoritas de todos los tiempo, hacen obligatorio que me lea cualquier cosa de Leigh Brackett que sea publicada en castellano.

Más que de serie negra, esta novela me ha parecido un policiaco clásico, una de esas historias en las el objetivo es descubrir como el asesino pudo colarse en una habitación cerrada y realizar un asesinato sin ser advertido por los testigos. No hay casi referencias a la corrupción y ninguna al crimen organizado. No se hurga en los cubos de basura de la sociedad, ni se expone su hipocresía y  sus mentiras. El detective protagonista Ed Clive, lejos de ser un pobre diablo desengañado, es célebre y famoso por sus habilidades, no parece que viva en un cuchitril, ni abusa de la bebida, ni tiene aficiones extrañas. Tal vez, demasiado a menudo, se recalca el sombrío atractivo que ejerce sobre las mujeres, que caen continuamente rendidas a sus pies. La publicidad intenta vendérnoslo como un émulo de Humphrey Bogar y puede que algo de verdad haya en ello, al menos es de poca estatura.

Por el contrario, hay un cierto tono romántica y, eso sí, bastantes mujeres fatales. Lo que si nos retrotrae al género negro, es el modo de comportarse y los diálogos. Uno de los grandes atractivos de las películas de Howard Hawks eran los diálogos y Leigh Brackett demuestra ser una gran dialoguista. Sus diálogos se leen solos, sin necesidad de anotaciones, hacen avanzar la trama, definen a los personajes y se ajustan a la personalidad de cada uno de ellos, y son conmovedores cuando tienen que serlo. Por lo demás, el estilo de Brackett resulta transparente y condenadamente efectivo: deja que los acontecimientos hablen por sí mismos, sin permitirse largas reflexiones o momentos de introspección, excepto por algún que otro toque sutil, como la contemplación de unas manchas de petróleo.

El final es correcto y eso es una gran hazaña, porque lograr explicar satisfactoriamente el crimen era complicado, es más, la explicación me ha parecido algo rebuscada y poco creíble, no acabo de entender como la policía se la tragó, y el propio Ed Clive reconoce lo complicado de dicha hazaña. Tal vez sea excesivamente rebuscado y poco creíble, pero consigue que todas las piezas encajen de un modo sólido, sin dejar ningún cabo suelto.

Leigh Brackett no está a la altura de Raymond Chandler. ¿Acaso alguien lo está? , pero en esta novela se revela como una narradora tremendamente efectiva, una gran contadora de historias que sabe capturar tu atención desde el principio hasta el final.


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