“El ciclo del piloto Pirx” por Stanislaw Lem






Este ciclo está compuesto por 10 relatos, agrupados en dos volúmenes: “Relatos del piloto Pirx” y “Más relatos del piloto Pirx”. Lo primero que llama la atención es que realmente hay muy poco que unifique estas antologías. Los relatos no tienen nada que ver unos con otros, son de temática variada, transcurren en diferentes escenarios y no repiten personajes, excepto por el propio Pirx y Pirx no es el mismo en todos los relatos. Es más, podríamos decir que nos encontramos ante “Los relatos del cadete Pirx”, “Los relatos del piloto Pirx” y los “Relatos del navegante Pirx”. Pirx no cambia sólo su categoría profesional, también cambia su personalidad y su modo de ver el mundo. En su etapa de cadete es un ingenuo soñador, mientras que de navegante es un hombre desengañado, para el que su profesión ha perdido todo romanticismo, que se jacta en varias ocasiones de lo poco que le interesan las estrellas. Es decir, es un estudiante que se transforma en un currito, como nos ocurre a casi todos en este mundo, aunque no asistimos a esa evolución, simplemente, pasamos de una etapa a otra y nos sorprendente que el protagonista sea el mismo.

La ordenación de los relatos es de lo más arbitraria, encontrándonos con que “Reflejo condicionado”, un relato al principio del cual Pirx todavía no ha concluido sus estudios, viene colocado después de tres relatos en los que ya es un profesional, un profesional encallecido en el último de ellos, “Terminus”. Este parece ser el orden elegido por la edición española. El orden en el que aparecen listados los relatos en la wikipedia, en inglés, es mucho más lógico.

Pirx no es un héroe mesiánico ni un hombre de acción. Es un simple trabajador del espacio. Sus triunfos, por lo general, se deben a la suerte, la intuición y el sentido común

La mayoría de los relatos son largos. Algunos de ellos son auténticas novelas. En ellos se aprecia una característica de Lem que tanto sus admiradores como detractores parecen haber obviado, Lem se enrollaba como una persiana. En muchos de ellos evidencia una peligrosa diarrea dialéctica que echa a perder sus, por otro lado, interesantes historias.

Vayamos al listado de las mismas:
La prueba: durante su primer vuelo de prueba en la academia, Pirx mantiene un estremecedor duelo con una mosca se introduce en la nave. En el redescubrimiento que estoy realizando de la obra de Lem, todavía no me he atrevido a acercarme a su basta obra satírica, que tanto me aburrió en la adolescencia y a la que nunca vi la menor gracia. Pues bien, con esta historia si que lancé alguna que otra carcajada. No solo es muy divertida, sino que hace un gran retrato del cadete Pirx, todavía un adolescente soñador, descrito con sutileza, simpatía y casi ternura, lo que no es nada habitual en Lem.
La patrulla: aterradora experiencia en solitario de Pirx, en la que se enfrentará a la amenaza que ha hecho desaparecer varias patrullas individuales anteriormente. Lem se las apaña para producir bastante suspense sin resultar obvio ni recurrir en ningún momento a recursos efectistas. Sin embargo, lo más recordable son las primeras páginas, en las que se describe con ironía los métodos con los que usan los astronautas de patrulla para matar el tiempo. La explicación final es demasiado retorcida. En esta y otras historias Lem trata el tema del azar, de cómo infinitud de pequeñas circunstancias impredecibles pueden confabularse para provocar un terrible efecto en nuestras vidas. Sin embargo, queda demasiado rebuscado, no consigue hacernos creíble lo increíble, o desde otro punto de vista, no consigue hacer creíble lo plausible. Como ocurre tantas veces en la ciencia ficción, los avances tecnológicos no han tratado bien a esta historia. Resulta chocante que, en el futuro, todas las pantallas sean de tubo de rayos catódicos. Encima es importante en la trama.
La Albatros: Pirx asiste a un intento de salvamento frustrado desde el puesto de mandos de un crucero de placer. ¿Qué demonios pretendía Lem con esta historia? ¿Hacer perder el tiempo a sus lectores, tal vez? ¿Consiguió colar a su editor como relato completo el fragmento de historia que abandonó porque no sabía como seguir con ella? En cualquier caso, tenemos una historia en la que no ocurre NADA. No es ni un inicio, ni el nudo, ni el desenlace. Cuando llegas al final te quedas a cuadros, pensado ¿esto es todo? No la lean.
Terminus: al aceptar un trabajo con una nave antigua, Pirx se encuentra con un robot del que mejor no les cuento nada, para no estropear la historia. Éste es uno de los relatos en los que se hace patente la diarrea verbal a la que me referí anteriormente. Tal vez con el propósito de crear ambiente, Lem se tira páginas y páginas describiendo carreteras, astropuertos y, sobre todo, la nave en la que transcurre la historia. Es difícil juzgarlo con objetividad, por lo largo que se hace, pero diría que el 60% del relato es paja. Lo que duele es que el 40% restante es excelente. Aún así, Lem no logra dar una explicación convincente del inquietante hecho principal. Ni lo intenta. En la literatura fantástica no vale todo, señor Lem, tiene que conseguir, aunque sólo sea por un breve instante, mientras dura la lectura, hacer creer al lector en la posibilidad de lo imposible. No lo hace.
Reflejo condicionado: Pirx es enviado a una base lunar, cuyos ocupantes murieron misteriosamente. Este debería ser el segundo relato de la serie, Pirx es todavía un cadete. Contiene momentos muy divertidos, a costa de los sueños de gloria del ingenuo Pirx, pero padece del mismo defecto que Terminus, exceso de páginas galopantes. Los fans de la ciencia ficción nos podemos entretener con las descripciones de la luna y de las tecnologías utilizadas. No todas las descripciones parecen plausibles, pero tienen su encanto. Si se le quita la paja, habría quedado en diez páginas, una vez más excelentes. Reaparece el tema del azar y la fatalidad.
La cacería: trata sobre la búsqueda de un robot minero enloquecido. La atención al detalle y al escenario no se hace cargante, pero el final no acaba de parecer gran cosa.
El accidente: en un lejano planeta, los tres miembros de una expedición deben buscan a un robot perdido. Este relato parece una auténtica loa al alpinismo. ¿Practicaría Lem este deporte? ¿Por qué será que sospecho que no? En fin, las descripciones de las montañas y de los apuros de Pirx se hacen, una vez más, un poco pesadas, pero esta vez están más justificadas. Diría que solo duran un 10% más de lo que deberían durar.
El cuento del piloto Pirx: durante un viaje, Pirx se topa con un enorme pecio extraterrestre. Una vez más la fatalidad y la mala suerte se convierten en las reinas de la función. Es el único narrado por el propio Pirx en primera persona. Por una vez en la vida, nada sobra en este relato, la ambientación, el lenguaje con el que se expresa el protagonista, el ritmo de la narración, todos los ingredientes están perfectamente distribuidos en esta ocasión.
El proceso: Pirx es contratado para probar una nueva clase de robot, indistinguible de los humanos. Liderará una tripulación compuesta por humanos y androides sin saber la naturaleza de cada uno de los tripulantes. El relato tiene la originalidad de empezar como el registro de un interrogatorio durante un proceso, en el que figuran solamente las preguntas y las respuestas del testigo. Una idea interesante y original que, una vez más, Lem estira demasiado. De ahí pasamos al comienzo de la historia. A lo largo de la misma hay una cierta intriga, en base a qué miembros de la tripulación son robots y cual de ellos alberga peligrosos planes. Esta intriga dura hasta que están a punto de empezar los sucesos de la conversación inicial, y luego se pasan a unas reflexiones de Pirx a toro pasado. La estructura del relato es interesante, Lem reconstruye de forma creíble el lenguaje judicial y la intriga resulta bastante efectiva. Sobran, en mi opinión, algunas poco favorecedoras reflexiones sobre la humanidad, que, más que fruto de una inteligencia artificial, parecen fruto de un filósofo escéptico que utiliza el punto de vista del robot para volcar sus propias opiniones. Nada nuevo, Lem lo hizo antes y lo volverá hacer, simplemente, el lector debe saber donde se está metiendo.
Ananke: Pirx participa en la investigación de la catástrofe de un nuevo tipo de carguero que se ha estrellado inexplicablemente en Marte. En muchos aspectos, me ha parecido el plato fuerte del libro. Para empezar, es el que presenta al Pirx más maduro y desengañado. Contiene algunas reflexiones sobre la madurez y el paso del tiempo, muy amargas y bien escritas. Por otro lado también está la dureza del final, Pirx ha de elegir el bien de la mayoría y elegir el mal menor, tomando una decisión amarga y cruel. Todo ello con el telón de fondo de los ilusorios canales de Marte, con la historia de sus observaciones detalladamente expuesta. Es una historia triste y desengañada y una gran historia.
            En este ciclo aparece un Lem más aventurero de lo habitual, que conjuga su desolada visión del mundo con una narrativa más amena, excepto cuando sus excesos lingüísticos se apoderan de las líneas. Al parecer, fue lectura obligatoria en los institutos polacos. Los que quieran saber más sobre el final de Pirx, deberán leer Fiasco.




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