“Long John Silver” de Bjorn Larsson



Es curioso como una serie de acontecimientos aleatorios pueden acabar llevándote a un libro. Un comentario fugaz en “Novela anti histórica”, la finalización de la segunda temporada de “Black Sails”, juntadas con una redescubierta afición a las historias de piratas y la curiosidad por obtener una información algo más fidedigna, me han llevado a esta autobiografía imaginaria del temible pirata Long John Silver, el personaje más inolvidable de “La isla del tesoro”:

Desde el punto de vista histórico, me ha parecido intachable…. Claro que yo no tengo ni idea. En el consabido epílogo en el que se resumen los hechos reales, parece que las fuentes principales han sido, entre otras, la “General History of the Pyrates” escrita por Daniel Defoe con el seudónimo de Capitán Johnson, que creo que, aunque contienen múltiples inexactitudes e invenciones fue la obra capital del tema durante años y los escritos del capitán Snelgrave. Poco puede decir de eso. Las peripecias de nuestro hombre, como marino mercante, contrabandista y pirata parecen verosímiles y la descripción del trato que daban los capitanes a sus marineros es indignante.

En lo que cuenta, el apartado literario, me ha resultado una muy grata sorpresa. El libro está muy bien escrito, Silver, decidido, por una vez, a contar la verdad, resulta un personaje amoral que sin embargo se hace simpático, como debe ser, si queremos mantenernos fieles al espíritu de Robert Louis Stevenson. Silver miente por necesidad y por afición, prefiere soltar una mentira a una verdad. Es un hábil manipulador, aunque la mayor parte de las veces sus planes acaben estallándole en la cara. Por encima de todo, su mayor deseo es vivir la vida a su propia manera, diríamos que tiene un problema con la autoridad, que le hace desafiarla una y otra vez.

De hecho, a pesar de sus afirmaciones de egoísmo y amoralidad, mirado con lupa, es casi demasiado bueno. Es fácil perdonarle sus traiciones y engaños. La primera vez que se amotina, es para intentar salvar a la tripulación de su barco. Asesina al hombre que le salvó la vida, si, pero tampoco puede negarse que lo hizo en defensa propia. Entrena a los esclavos negros para rebelarse para fastidiar a los que le han traicionado, pero no puede decirse que eso sea una mala acción, a los ojos del lector moderno. Tampoco saca ningún provecho protegiendo al capitán England.

Todas estas peripecias las evoca durante su vejez, cuando decide poner por escrito sus recuerdos, casi como una preparación para la muerte. La mayor parte de las veces, las sus evocaciones siguen un orden cronológico, aunque no dude en saltárselo en ocasiones, ni en permitirse juegos meta literarios.

Por ejemplo, descubrimos que John Silver fue una de las principales fuentes de información para la obra de Daniel Defoe sobre los piratas, y que, como tenía por costumbre, le contó muchas trolas. Durante un tiempo John interpela directamente a Daniel Defoe, detallándole las cosas que no explicó en su día, a la vez que rememora la relación entre ambos y convierte al autor de “Robinson Crusoe” en un personaje más.

Más adelante, a las manos de Long John llega un ejemplar de “La isla del tesoro”. A partir de ese momento el libro se convierte en una carta a Jim Hawkings, en la que el pirata se queja de algunos rasgos con los que se le describe y da su propia versión.

Larsson sale airoso de estos experimentos, que no interrumpen el placer de la lectura. La novela mantiene un difícil pulso entre la descripción de la época, las peripecias del protagonista, la exposición de su personalidad y algunas cuestiones más filosóficas y melancólicas, sobre el paso del tiempo, el final de la vida y la soledad. Es en estas últimas donde la novela flaquea, no porque no sean importantes o porque estén mal escritas, sino por repetitivas.

Los capítulos de pausa, situados como bisagra entre dos periodos fundamentales de la vida de Silver, en los que éste reflexiona sobre lo poco que le queda de vida, como afrontar la muerte, el oficio de la escritura y la soledad, se parecen todos mucho unos a otros, son casi intercambiables y hay demasiados de ellos. Junto con la frustración de que, al final, el periodo de su vida al que dedique menos palabras sean los años que pasó con el capitán Flint, justo aquellos en los que tendría más interés un fan de “La isla del tesoro”, son los únicos peros que puedo ponerle a una obra casi redonda.

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