“Dentro del Leviatán” de Richard Paul Russo




Hace ya unos años que andaba detrás de esta novela. Cuando se publicó, me llamó la atención, pero en ese momento vivíamos un momento de bonanza editorial, no se podía leer todo lo que se publicaba y, aunque tenía buena pinta, no tenía una pinta extraordinaria, parecía un poco tópica y no creó ningún maremoto en el mar digital

La novela transcurre en el Argonos. El Argonos es una nave espacial enorme, densamente poblada por personas que han nacido allí y jamás han conocido otro lugar. Sus habitantes están divididos entre una casta privilegiada y otra que realiza todas las tareas pesadas y enojosas, que habita los niveles inferiores de la nave. Decir que es una nave generacional, en el sentido clásico, podría ser exagerado, pues es más rápida que la luz y no tiene un destino claro, los registros se perdieron, se desconoce cual era la misión original de la nave, si es que la tenía. Llevan al menos trescientos años dando tumbos por el espacio. Una gran catedral con vidrieras que dan al espacio exterior ocupa el centro de la nave y la religión es muy importante en ella. El personaje mas negativo del libro es un obispo intrigante que se comporta más como un político ambicioso y sin escrúpulos que como un hombre de fe.

Creo que se puede deducir de estas líneas que el escenario en el que transcurre es lo más atractivo de la novela. Un escenario al que yo encuentro un cierto halo romántico (me pirran las naves enfrascadas en viajes interminables) y que tiene mucho de gótico y pulp.

Porque, a pesar de su lenguaje mas moderno, lo que Richard Paul Russo nos está ofreciendo es, en el fondo, un pulp. Cuando, transcurrida ya un tercio de la novela el Argonos se encuentra, como avisa la contraportada, con una nave espacial extraterrestre aparentemente abandonada, comienza una historia de terror espacial de las de toda la vida. Es de agradecer la ausencia de exclamaciones, efectismos y subrayados diversos propios de la edad dorada, pero no por ello hay mas complejidad estilística. También han desaparecido algunos de sus defectos ideológicos. Ahora los personajes femeninos ocupan puestos importantes en la tripulación, pueden ser eficientes y tener sus propias preocupaciones, pero eso es todo. Uno clichés han sido cambiados por otros.

No hay ninguna especulación digna de interés en esta novela. La imaginación del autor es limitada, no hay conceptos descabellados que provoquen gran asombro en el lector, ni parajes grandiosos ni entornos exóticos. Aunque atractivo, el escenario no es descrito con gran detalle. No se tratan temas demasiado interesantes y, de hacerlo, no lo hace en profundidad.

Los personajes no son dignos de tal nombre. El caso mas sangrante es el de propio Bartolomeo, el protagonista, nacido con graves deformidades que debe utilizar un exoesqueleto y brazos artificiales para llevar su vida normal. ¿Cómo puede afectar semejante origen a la psique de una persona? Tal como nos lo plasma Richard Paul Russo, en absolutamente nada. Es fácil olvidarse de sus deformidades, porque, salvo en una escena, no pintan absolutamente nada en la historia. Bartolomeo podría ser cualquier oficial, bien intencionado y atractivo, de la flota estelar y lo mismo ocurre con el resto del reparto.

El único personaje dotado de un cierto barniz psicológico es la madre Verónica, la contrapartida del obispo malvado, un personaje creyente que no es descrito ni como una fanática ni como una ingenua. La pega es que cada vez que abre la boca parece verse compelida a explicar sus creencias.

Hay un cierto didactismo religioso en la novela, que no llega a entorpecerla pero si la empaña. Tanto Richard Paul Russo como sus personajes tienen todo el derecho del mundo a creer lo que les da la gana, y la religiosidad que impregna la novela es una religiosidad no dogmática perfectamente respetable, pero la madre Verónica parece decidida a hacérnosla tragar, con un embudo si hace falta, caiga quien caiga. En fin, tal vez sea demasiado susceptible con el tema, sus parlamentos no son tan largos y, si son de aquellos lectores con hambre de “contenido”, que no son capaces de disfrutar de una historia sino les ofrece "algo mas", dichos parlamentos serán el único alimento que encuentren en esta lectura.

He dedicado muchas palabras a decir lo que la novela no es. ¿Qué es entonces? Una narración muy entretenida. Podría parecer por lo dicho anteriormente que no me ha gustado, pero la verdad es que la he disfrutado enormemente. Simplemente, lo cortés no quita lo valiente. La novela se lee con gran facilidad. Los puntos fuertes de Paul Russo son su capacidad para la intriga y el sentido del ritmo. Con el primero crea un clima tenebroso que envuelve y atrae al lector, y con el segundo le mantiene enganchado. Es una de esas historias en las que el ritmo de la narración está perfectamente llevado, en que cada cosa ocurre justo en el momento adecuado y ayuda a mantener la tensión.

He leído reseñas que definían “Dentro del Leviatán” como una mezcla entre “Alien” y “Cita con rama”. El que se crea tales críticas se llevará una terrible decepción. Hay una amenaza y llegan al planeta en el que empieza la historia siguiendo la señal de una baliza. Fin de los paralelismos con el octavo pasajero. Si, se explora un artefacto alienígena, pero no hay en esta novela nada de la fascinación del género de los “objetos grandes”. La nave en el fondo, no es mas que una sucesión interminable de salas vacías, con gravedad y atmósfera cambiante, nada que ver con la trabajada y fascinante creación de Clarke. A lo que si que se parece es a uno de esos capítulos de Star Trek, de la variante de naves abandonadas. Esos son, sin duda, los grandes referentes de esta obra de Richard Paul Russo.

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