“Antrópica” de Alberto Moreno Pérez.
Ego nace, aparece o surge (que tendrá esta letanía que nadie que lea el libro puede resistirse a repetirla) en mitad de una planicie blanca. Sabe que se llama Ego, es capaz de mover y andar y de articular pensamientos coherentes, pero eso es todo. Eso y que en su interior siente una pulsión que lo obliga moverse y a explorar.
Así arranca esta novela, increíblemente valiente. Durante la mitad de la misma Alberto Moreno asume el reto de contar su narración a través de los ojos de un único personaje, que además carece de recuerdos y cuya personalidad exige que se limite a plasmar lo que le ocurre con la mayor objetividad posible.
O sea, que no hay flashbacks, ni soliloquios atormentados, ni arrebatos de inspiración poética en las descripciones, ni raptos de estilo que intenten hacer la trama mas interesante de lo que es. Solo una especie de muñeco blanco, desplazándose por un paisaje hecho del mismo material que lo compone. Parece el guión de uno de estos cortos de animación raros que hacen ahora, o de un juego de puzzles metales, de estos de conseguir que el avatar atraviese un paisaje plagado de obstáculos.
Y Alberto Moreno Pérez sale triunfador de este desafío. Consigue que nos enganchemos a los vagabundeos de su muñequito, en parte gracias a su uso del lenguaje, no por sencillo poco cuidado, que sabe ser objetivo sin resultar monótono, en el que destaco el uso preciso de las acotaciones, que en alguna ocasión me ha parecido casi magistral, habiendo sabido además limitar su número para que no se haga repetitivo:
“La información que llegaba a mí a través de mis percepciones se sincronizaba con los conceptos que portaba ya dentro, y las etiquetas que encapsulaban esos conceptos – las palabras - “
Pero, sobre todo, nuestra atención lectora es capturada por la extrañeza de los paisajes que rodean a Ego y del propio Ego, las estrategias que utiliza para atravesarlos, los sorprendentes encuentros con sus habitantes y el halo de misterio que lo envuelve todo. Aunque en algún momento las caminatas de Ego empiezan a alargarse demasiado, en general, la información está bien dosificada y el ritmo de lo narrado bien administrado. Conforme se avanza en la trama, llegan nuevas sorpresas, nuevas piezas del puzzle que aumentan la curiosidad del lector en los momentos adecuados.
Y el entorno en que transcurre todo resulta fascinante en su extrañeza.
Se que estoy siendo muy vago, pero, aunque cada vez lo repito mas, esta es OTRA de esas obras que no hay que dejar que te destripen.
Ahora bien, a pesar de su brevedad, mi interés encontró un bache notable. La segunda parte de la novela empieza con las explicaciones. Muy bien, en algún momento hay que darlas. El lector compulsivo de ciencia ficción ya tendrá en mente varias posibles explicaciones y sin duda la real será una de las que habrá considerado. Que Alberto Moreno lo insinúe cada vez que habla de Antrópica no ayuda a evitarlo. Nada que objetar en cualquier caso, son unas explicaciones convincentes a la altura de las expectativas creadas por el misterio. El problema es que terminan haya por la página 118 y hasta la 150 la narración parece haber perdido cualquier objetivo. Sin un Macguffin de altura que mantenga fija la atención, los nuevos vagabundeos por Antrópica carecen del interés previo.
En mi caso, además, algunas de las descripciones de paisajes montañosos o subterráneos me han resultado difíciles de visualizar, aunque no descarto que se deba a mi condición de urbanita calienta sillones, que conoce las palabras pero no entiende bien los conceptos.
A partir de la 150, la tercera parte, la cosa remonta. La aparición que marca el final de la novela es impactante, pero su, digamos “funcionamiento” parece tan ineficaz, que derriba mi “suspensión de incredulidad” pero un final, que plantea mas incógnitas que las que resuelve, me deja indeciso en mi valoración final. Al final no se trataba tanto de descifrar los misterios de Antrópica, como asistir al desarrollo de la personalidad de una nueva entidad. Al parecer. De ser así, ¿eran necesarias la segunda y tercera parte?
En cualquier caso, me ha resultado una lectura estimulante, distinta a lo que estoy mas acostumbrado.
Mención aparte merece el envoltorio en que viene servida, con unas ilustraciones en portada, contraportada y primera y última páginas, muy naifs, pero también muy fieles a la novela, que reflejan a la perfección la peculiar personalidad de la obra y le confieren una estética propia. En esta ocasión el envoltorio resulta a su manera tan atractivo como el contenido.
Parece mentira como pasa el tiempo, pero Ediciones el Transbordador ya tiene un buen puñado de títulos en el mercado. En los tiempos que corren nunca se puede saber con certeza, pero todo indica que empieza a consolidarse como editorial de literatura fantástica para escritores en castellano, que buena falta que hace, después de la desaparición de Espiral. Lo único que puedo reprocharles, es que hayan rechazado un manuscrito del que escribe estas palabras, aunque, seguramente, sus lectores se lo agradecerán.
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