“Melanie” de Mike R. Carey

El estreno de la película “The girl with all the gifts” de Colm McCarthy hizo que recordara que en algún rincón de un armario, debajo de la ropa colgada entre unas cajas de zapatos, unas bolsas llenas de cómics y unas cajas de DVDs, tenía un ejemplar de esta novela.

En su día me fascinó la sinopsis, eso de la niña que vive en una celda en la que cada día, un sargento la apunta con una pistola mientras la atan a una silla de ruedas… para llevarla a clase.

Soy un admirador de los cómics de Mike Carey, como revelan los amargos post que dedico a la publicación de cada nuevo número de “The Unwritten” (ya salió el último tomo, ahora solo falta la novela gráfica “Tommy Taylor and the Ship that Sank Twice”) Pienso que su “Lucifer” fue casi una obra maestra, “The Unwritten” iba camino de de lo mismo, su Hellblazer fue una de las mejores etapas de John Constantine y hay historias muy buenas en sus X-men. Como mínimo, es un autor por encima de la media, cuyas historias tienen sentido y no se limitan a ser una acumulación de puñetazos. La segunda novela protagonizada por Félix Castor también me causó una buena impresión.

Melanie es una novela entretenida.
Es lo mejor que puedo decir.

Hace ya tiempo que comprendí que para disfrutar de la lectura, tienes que olvidarte de tus ideas preconcebidas y disfrutar de la historia que de verdad te está contando el autor, en vez de desesperarte porque no te está contando lo que a ti te gustaría o lo que la publicidad te hice creer que podías esperar. He leído bastantes libros que, a juzgar por sus contraportadas, eran grandes aventuras épicas, para luego descubrir que eran culebrones románticos y he logrado disfrutarlos como culebrones románticos. O intrigantes historias de exploración de mundos extraños, que luego resultaron ser ensayos filosóficos encubiertos y logré encontrarles interés como tales.

Pero, en ocasiones, al profundizar en la lectura, me encuentro atrapado en una historia que no es la que yo creía y, peor, que no es una historia que yo quisiera leer.

Eso es lo que me ha ocurrido con “Melanie”. Yo esperaba encontrarme con una desesperada historia de amor materno-filial, entre una niña a la que se considera un monstruo y una de sus profesores. Algo de eso hay, pero dura muy poco tiempo, alrededor de la cuarta parte de la novela. El resto es la típica historia del grupo de supervivientes deambulando por entre las ruinas del mundo, después de que haya sido asolado por una plaga zombie.

Esperaba algo en la onda de “El niño feo” de Asimov y me encontré con un capítulo de “Walking dead”. Y no de los mejores. El caso es que el subtítulo en español de la obra “Una novela de zombis” lo dejaba bien claro, no se les puede acusar de falta de sinceridad a los editores de Minotauro.

Parece mentira como puede cambiar uno en unos años. En mi blog hay un buen número de entradas bastante elogiosas dedicadas al cómic de Robert Kirkman. Acabé dejándolo aburrido, por lo repetitivo que se había vuelto y cogiéndole bastante manía a la temática zombie.

En fin, que la parte original de “Melanie”, aparte de justificar la epidemia con un hongo, se encuentra solo en las primeras páginas, el resto es una de esas historias de supervivencia que empiezan a estar tan tristemente manidas, en esta ocasión, escrita en presente de indicativo. Por lo demás, la prosa es simplemente correcta, de vez en cuando hay alguna metáfora o una imagen sorprendente, pero por lo general el estilo es totalmente convencional, carente del encanto que el uso de los clichés de la serie negra daban a las andanzas de Félix Castor. En un par de ocasiones, hasta ha llegado a cansarme el tiempo que dedica a preparar el clima o la atmósfera, justo antes de un golpe de efecto, como esas películas de miedo que hacen que me revuelta de impaciencia en mi asiento, mascullando entre dientes ¡Queréis dadme el susto de una vez, para que podamos seguir con la película!

Carey tiene bastante oficio como para que los paseos entre zombies aletargados y las carreras para huir de ellos cuando despiertan, mil veces vistos tanto unas como otros, resulten bastante entretenidos y tiene el buen gusto de no cargar las tintas en la extracción de tripas y casquerías que constituye una de las reglas del subgénero. Por el contrario, aunque sabe dotar a cada uno de sus protagonistas con su propia personalidad e incluso con su propio modo de hablar, los personajes principales resultan demasiado esquemáticos, con psicologías muy básicas, defecto que no habría llamado la atención en un guión cinematográfico o de cómic, pero si en una novela, al menos cuando no hay mas árboles en el bosque.

Mención aparte merece el grosero subrayado del personaje de Helen Justineau. Al igual que James Cameron en la versión extendida de “Aliens: el regreso” creyó necesario justificar el comportamiento protector de Ripley hacia las niñas con la historia de su hija perdida, aquí Carey cree necesario introducir un sentimiento de culpabilidad. Como si una mujer necesitara excusas para desarrollar sentimientos protectores hacia una niña de diez años que la adora.

La niña, Melanie, infectada por el hongo pero no completamente transformada, es sin duda el mejor personaje del libro. En mi opinión, Carey hace un trabajo mas que decente imaginando lo que pasa por la cabeza de una niña superdotada que ha pasado toda su vida en una celda y que descubre que la cercanía de un ser humano, aunque solo pretenda abrazarla, la producirá una frenesí de violencia y mordiscos. Los mejores momentos de la novela son los que transcurren desde su punto de vista. En los que descubre el mundo exterior no están mal, pero los mejores son los primeros capítulos, cuando el lector va comprendiendo poco a poco lo que pasa (que es horrible) y los últimos, cuando Melanie acepta su destino y el del mundo y toma una decisión que dudo que se hayan atrevido a incluir en la película (porque también es horrible). Entre esas dos rodajas de interés, el relleno del sandwich de la novela es una historia tópica y mil veces vista. Aún así, es entretenida. No es poco.











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