“Amatka” de Karin Tidbeck


La primera vez que oí hablar de esta novela, se referían al mundo en que transcurre como “lenguaje reactivo”. O algo así parecido. Un mundo sensible al lenguaje en el que el entorno responde al lenguaje, hablado o escrito. Me pareció una idea tan descabellada que en el acto supe que había de adquirirlo. Ahora que he terminado su lectura constato que la idea de partida era realmente fascinante, aunque no tan demencial como esperaba.

En el mundo de “Amatka” la realidad es definida por el lenguaje y tiene que ser reforzada continuamente. Los objetos llevan etiquetas que los definen y deben ser “marcados” periódicamente, alguien debe decir en voz alta lo que son, para que no pierdan su forma y reviertan a un fango indefinido. El cielo carece de astros, el suelo de horizontes, no hay animales, tan solo múltiples variedades de hongos que constituyen la dieta de la humanidad. Para defenderse de este estado de realidad en descomposición, la sociedad humana adoptó algo parecido al comunismo, aunque mas bien es una especie de “colectivismo” exacerbado, donde la colectividad se pondera sobre el individuo. Los ciudadanos están culturalmente obligados a trabajar para contribuir al estado, a reproducirse, para asegurar el futuro de la sociedad. Los niños se crían en instituciones gubernamentales, con escasas visitas de sus padres. Las jornadas de trabajo son extensas, las diversiones, inocentes y comunales. La ficción no existe. La propaganda incita a vigilar y denunciar a tus compañeros. Los disidentes son lobotomizados para privarles de la capacidad del habla.

En este ambiente, Vanja llega a la colonia de Amatka (el principal centro agrícola) para realizar un estudio absurdo sobre los hábitos de consumo de productos de higiene personal. En Amatka ocurrió algo de lo que nadie quiere hablar, que causó la desaparición de una gran parte de la población. Vanja es nuestros ojos, conocemos el mundo a través de sus viajes y conversaciones y, ocasionalmente de sus recuerdos.

El recurso del forastero que llega a la ciudad, es un clásico, que no por utilizado resulta menos eficaz. No es raro que este forastero sea un personaje gris, del que el lector apenas sepa nada, puesto que lo que importa no es él, sino lo que va descubriendo. Eso es lo que ocurre en Amatka y es su principal problema. Vanja es un personaje demasiado poco definido. No es que no sea carismática, que no lo es, sino que apenas tiene personalidad. Comprenderla es imposible, porque casi no existe, es un títere sin voluntad propia, llevado por los hilos de la narración. Fui incapaz de creerme cuando, a mitad de la novela, toma una decisión que trastocará por completo su vida, en apenas unos minutos, sin dudas ni remordimientos. Nadie es así en la vida real, nadie es tan impulsiva. Al menos nadie tan apática y asustadiza como Vanja se ha mostrado hasta ahora.

Estoy seguro de que esta opinión no será compartida por todo el mundo, sobre todo porque el personaje gana enteros al final del libro. El momento en el que se confiesa con Nina en la página 209 es una de las cumbres de la novela. Es conmovedor y define muy bien al personaje… mucho mejor de lo que lo han hecho las doscientas ocho páginas precedentes, flashbacks incluidos. Casi parece que se traten de dos personajes distintos.

La novela se lee muy bien, pero tiene un comienzo un poco deslavazado. Durante esa primera mitad, lo único que ocurre es que Vanja recorre Amatka y mantiene conversaciones. Esta parte es muy importante, durante ella se reparte información, se presentan enigmas y personajes y se plantan todos los argumentos que se desarrollarán a continuación. En resumen, se prende fuego a las mechas de todas las bombas que estallarán en la segunda parte del libro. Pero, por sí misma, carece de entidad propia y de objetivo. Y Karin Tidbeck se podía haber ahorrado los breves informes que Vanja envía sobre su trabajo, puesto que no aportan ninguna información relevante.

Una vez dispuestas todas las piezas sobre el tablero de ajedrez, la narración se acelera y el ritmo se vuelve excelente. Se suceden las sorpresas y los momentos impactantes, con una revelación adecuada a la altura de cada enigma y cada personaje encontrando su destino inevitable, hasta la llegada del gran final.

Aunque en esta vida todo sea mejorable, el final es bastante bueno. No tengo claro si la autora pretendía horrorizar o fascinar, o quizá ambas cosas a la vez. Prima la imagen impactante sobre la lógica, pero no todo el mundo es devoto de la lógica. Todas las reseñas que he leído mencionan el comunismo y el mundo post once de septiembre que nos ha tocado vivir. No seré yo quien lo niegue. Tal como yo lo veo, Amatka es una historia sobre el miedo y lo que la gente llega a hacerse a sí misma para protegerse de ese miedo. Las personas como Nina conocen la realidad, pero se niegan conscientemente a afrontarlo, ni siquiera a hablar de ello. Fingen que el peligro no existe para vivir un simulacro de normalidad en el que puedan cumplir con sus expectativas sociales, dejando el control de sus vidas ciegamente en otros, un comité que les oprime con su beneplácito, una entidad superior que no conocen ni comprenden. La conversación final con Ladis Harri en la que se expone el punto de vista contrario al de Vanja, también es excelente, como lo es el lenguaje empleado en la novela, aparentemente sencillo, sin grandes artificios, pero eficaz. “Prosa de cirujana” como dice la contraportada.

Como ya he dicho la idea es excelente, aunque pienso que una mente mas retorcida podría haberle sacado mas provecho, el desarrollo de la trama, una vez que coge velocidad, es bueno y está muy bien escrito. El mensaje no me acaba de convencer, a pesar de las imágenes desconcertantes e incluso siniestras, es demasiado “buenrollista” para mi gusto. Según lo interpreto, Karin Tidbeck está diciendo: es tu mente la que determina tu realidad, así que olvídate de todos los miedos que tu educación te inculcó y vuela libre. Lo que puede ser verdad en el mundo de Amatka, pero no en la vida real.

Dejémoslo en que, aunque no es una obra redonda, es una novela imaginativa y bien escrita, con cuya lectura he disfrutado mucho.

Contra mis costumbres habituales, terminaré citando unas palabras de la autora que, a mi entender, iluminan bastante su obra:
"Mi plan secreto es cambiar la realidad. Y como la realidad se construye con un consenso, si cambiamos este, podemos cambiar la realidad. Sueño con ese día en el que uno de mis lectores caminen por la calle y de pronto se cruce con un ciempiés gigante. ¿No sería maravilloso?"

Comentarios

  1. A mí también me gustó mucho la novela. Porque me encantan las distopías soviéticas, por llamarlas de alguna forma, pero sobre todo por el estilo de la autora. Eso me animó con su recopilación de cuentos "Jagannath", y la verdad es que esa prosa limpia, precisa y sobria le va de perlas a historias tan inclasificables. Una maravilla. Todo un descubrimiento, esta Tidbeck.

    Alb

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  2. Agradezco tu comentario, sobre todo porque después de rellenar párrafos y párrafos, me doy cuenta de que no he insistido lo suficiente sobre lo excelente de su prosa, que también a mi es de lo que mas me ha gustado, con lo difícil que es lograr tal exactitud, decir tanto con tan poco,

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