“Trilogía del abismo: Los botes del Glen Carrig” de William Hope Hodgson


Esta novelita me inspiraba algunas reticencias, porque la información de la que disponía me indicaba que en ella Hodgson imitaba el lenguaje de los autores del siglo dieciocho. Temí encontrarme con algo similar al comienzo de “El reino de la noche”. Afortunadamente, no ha sido así. “Los botes del Glen Carrig” se lee sin ningún problema.
Cuenta las aventuras de un grupo de náufragos supervivientes de un naufragio. Hay algunos detalles que me resultaron extraños en la estructura de la novela. Lo mas llamativo, es que los diálogos brillan por su ausencia. Esto es muy realista, se supone que es la narración que el protagonista hace a su hijo de sucesos vividos muchos antes, pero no contribuye a la inmersión profunda del lector en lo narrado y hace algo fatigosa la lectura, aunque se compense por su ritmo y brevedad.
Los otros detalles son que jamás se menciona el naufragio del Glen Carrig jamas se relata ni se menciona, pareciera que fuera un suceso insignificante que no afectara los protagonistas. Esto permite ir directamente al grano, pero me resulta algo chocante. Por último, el comienzo de la historia, que transcurre en una especie de isla desierta, no parece tener mucho que ver con el resto. Es como si Hodgson tuviera dos historias independientes sobre las terroríficas tribulaciones de unos náufragos y las hubiera empalmado, aunque no fueran concebidas así originalmente.

El mar por el que navegan los supervivientes del Glen Carrig es el mar de la literatura de William Hope Hodgson. Es decir, un mar poblado de misterio, horrores nocturnos y barcos abandonados. Probablemente ésta sea su narración más larga referida al mar de los sargazos, aunque nunca se usa ese nombre, descrito como un inmenso continente de algas en el que los barcos quedan atrapados, por el que circulan cangrejos y pulpos gigantes, entre otros horrores. (China Mieville dijo que Hodgson es el autor que enseñó a Lovecraft a temer a los pulpos)

El conjunto se asemeja a una de esas historias de Julio Verne, como “La isla misteriosa” o “Dos años de vacaciones”, que cuentan las andanzas de un grupo de náufragos, al que se le han añadido elementos terroríficos. Un Robinson Crusoe con monstruos. El resultado es dispar. Ninguno de los personajes es digno de tal nombre, apenas se distingue al contramaestre de los demás. Sus relaciones son inexistentes, incluso la historia de amor, que la hay, es patética y no por su dramatismo, sino porque parece apenas un esbozo de una historia de amor, los personajes se enamoran porque sí, como si fueran un par de líneas incluidas en un borrador. La parte “robinsoniana” de la historia, es aburrida, Hodgson no consigue hacer interesantes la reparación de un tablón ni la construcción de un arco o una cometa.

Por otro lado, la parte terrorífica es muy buena. Hodgson era un gran creador de escenarios, ambientes y criaturas monstruosas. Las dos islas en las que recaban los náufragos permanecerán en mi cabeza mucho tiempo. El modo en el que insinúa las amenazas y como, poco a poco, estas pasan de ser una vaga sensación de intranquilidad en la cabeza del narrador hasta hacerse reales, es genial.

Por cierto, que menudo gafe, que casualidad que todas los ataques ocurran siempre durante su guardia.
En fin, una obra muy entretenida, con algunas partes mediocres y otras geniales.

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