“De las ciudades vuestras tumbas” de Víctor Conde


Jarek Kôdz, es un maquinista polaco judío, nacido en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, del que pudo huir, con su hermano, gracias al ataque de un horrible ser. Una tragedia que asola uno de sus trenes hará que se obsesione con los vampiros, lo que le llevará a convertirse en un lingüista experto en lenguas muertas y muchas cosas más, cuando por fin encuentre el objeto de su búsqueda. Momento en que realmente comenzará su historia.

“De las ciudades vuestras tumbas” supone un reencuentro con el Víctor Conde escritor de terror, del que me mantenía alejado desde “Naturaleza Muerta”, hará ocho años. No es que sea mi género favorito, pero también me atrae.

“De las ciudades vuestras tumbas” es una vuelta de tuerca interesante al mito vampírico. Ni héroes románticos ni carnaza para superhéroes, pero tampoco figuras amenazantes que aguardan en las sombras, sus vampiros son viejos, muy viejos, ricos y poderosos, egocéntricos, gobiernan el mundo desde el anonimato y se refieren a la humanidad como “el ganado”. Su existencia sigue una serie de ciclos, marcados por el resurgimiento de la figura del Antiguo y el proceso de “mesmerización”. No entraré en más detalles pues me han parecido grandes hallazgos y no quiero estropearle a nadie la lectura.

Lectura que a mí me ha resultado de lo más amena. No tengo nada en contra de otros modos de enfocar el desarrollo de una novela, más pausados o menos episódicos, pero para mi siempre es un placer encontrar una en la que en cada capítulo ocurre “algo”, un “algo” vital que hace avanzar la historia, transforma la vida de sus protagonistas y después del cual es imposible la marcha atrás. Así mismo, el elaborado estilo del autor es muy llamativo y termina convirtiéndose en el mayor atractivo de la obra.

Mucho más atractivo que los personajes. A pesar de alguna buenas ideas, los vampiros de Víctor Conde resultan personajes muy esquemáticos. Apenas apuntados con una característica, se parecen mucho a los arquetípicos de supervillanos. Jarek, narrador en primera persona casi omnisciente, fuera de su obsesión, no tiene mucha más personalidad. Es un vehículo para el desarrollo de la trama. Aparte de esto, me ha resultado chocante lo friki que es.

Vamos a ver, puede ser un prejuicio mío, a fin de cuentas, durante la obra, queda claro que es aficionado al cine y un catedrático en lenguas clásicas de la universidad de Praga tiene derecho a interesarse por la cultura popular como el que más, pero a mí no me acaba de convencer que la mayor parte de los símiles y metáforas que utiliza los saque de películas muy populares, más alguna mención a personajes de cómic, e incluso una referencia a las Fundaciones de Asimov. Sin conocerlo, parecen referencias que pertenecen más al autor del libro que a su personaje.

Y aunque el estilo me ha gustado mucho y me ha parecido lo mejor de la novela, tampoco aquí todo es de color de rosas. Hay algunas intromisiones de lecturas pulp que no sé si tomarme en serio. Me hacen plantearme si “De las ciudades vuestras tumbas” no será en realidad una sátira del género al que pretende pertenecer. Ejemplo paradigmático es la página 43, cuando dice:

“Era un idioma difícil de pronunciar por gargantas humanas y que sonaba a grandes cataclismos acontecidos en la noche de los tiempos. Una lengua que se me antojó tan antigua que su gramática había sido establecida, antes de que los monos se transformaran en hombres.”

Este tipo de frases me encantan, pero cuando me las encuentro en las obras de Lovecraft o Howard. En la presente novela, me han sonado como una parodia de los anteriormente mencionados. Resultan tan artificiosas que me hacen sonreír en el momento menos apropiado. ¿Es creíble que un narrador moderno se exprese así, o es que pretendía ser un homenaje?

Mucho más grave es que, en ocasiones, Víctor Conde abusa de las referencia e imágenes, interrumpiendo constantemente el discurso, con excesivas oraciones subordinadas y un molesto uso de los paréntesis. En resumen, empleando demasiadas palabras para decir muy poco, atenuando así el efecto de alguna escena impactante por culpa de la intromisión de información irrelevante.

La estructura de la novela tampoco me convence. A partir de un momento dado, empiezan a aparecer pequeños capítulos titulados “interludios”. En ellos vemos como un peligroso enemigo realiza un viaje que lo lleva inexorablemente hacia nuestros protagonistas. En un recurso muy utilizado en los cómic books y las series de televisión, que también funciona bien en algunas novelas, generalmente muy largas. Sirve para crear expectación alrededor de la figura de este nuevo personaje y del enfrentamiento que ha de llegar. Para que el recurso cumpla su función, el personaje debe ser carismático y cada nueva aparición debe aportar un poquito más de información, sobre él o sobre lo que se propone.

En mi opinión, Víctor Conde no lo ha hecho bien. Cada “interludio” es casi una repetición del anterior, que sigue el siguiente esquema: Unos personajes humanos, creados expresamente para el “interludio”, se tropiezan con lo que parece ser un mendigo harapiento y éste barre el suelo con ellos. Eso es todo. Los humanos del tercer interludio están algo más preparados, pero el esquema se repite del mismo modo. No producen expectación ni deseo de saber más, sólo ganas de que acaben pronto, para poder seguir leyendo la historia.

Lo mismo ocurre cuando, en medio del clímax de la novela Jarek se toma unas drogas y su estado de flipe sirve de excusa para la inclusión de una serie de pequeños relatos. Algunos mejores que otros, la sensación general que provocan al lector es de bajón, Han parado de contarnos una historia que nos estaba interesando, para sustituirla por un carrusel de estampas desagradables, que tienen su atractivo y quizá ofrezcan una visión más global de la trama, pero que no son algo que le interese leer en ese momento.

Por último, frente a todas estas dilaciones, el final resulta, por el contrario, apresurado. En las últimas treinta páginas ocurren muchas cosas, demasiadas. Pasan años, incluso décadas y los personajes supervivientes experimentas transformaciones más radicales que las sufridas anteriormente. Nada de ello resulta adictivo o conmovedor para el ya extenuado lector.

Estos problemas de estructura y ritmo devalúan lo que, de otro modo, habría sido una estupenda lectura.

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