“El corazón de Tramórea” de Javier Negrete


Decía en mi reseña de “El sueño de los dioses” que me había quedado con ganas de saber como terminaba “El corazón de Tramórea” y que esperaba leerlo antes de que terminara el 2018. Bueno, pues el 2018 no ha hecho más que empezar, pero ya conozco el final de la saga de Tramórea. Ha sido un largo camino, desde que empezara en el 2003, apenas puedo reconocerme a mí mismo en el hombre que recuerdo de aquel entonces. Lo mismo ha pasado con la saga que inició “La espada de fuego” y terminó por extenderse a cuatro volúmenes.

Empecemos por dejar claro que “El corazón de Tramórea” es una conclusión que está a la altura de las expectativas creadas. Todos los enigmas son resueltos de modo satisfactorio, todas las tramas llegan a su conclusión y todos los personajes encuentran su destino, lo que no significa que no se puedan contar nuevas historias de los supervivientes, pero no tengo ganas de ponerme a citar a Michael Ende.

La novela está escrita con la maestría narrativa que se ha convertido en habitual en su autor. A pesar de su longitud, se lee con rapidez, que digo, se devora. Hay emocionantes duelos y batallas, catástrofes apocalípticas, momentos espectaculares dignos de una superproducción de Hollywood y escenarios grandiosos, que parecen salidos de una novela de ciencia ficción del subgénero “objetos grandes”.

En otro orden de cosas, ignoro si el efecto es buscado o no, pero también me ha resultado atractivo el modo en que en unos capítulos pareces estar leyendo una fantasía heroica desaforada y en otros una novela de ciencia ficción, según el personaje cuyo punto de vista sea usado para la narración y lo bien que funciona el dúo de Derguin Gorión y el Mazo como pareja de aventureros, a lo Fafhrd y el ratonero gris o Gotrek y Félix.

Habiendo dejado claro que ha sido una lectura satisfactoria, no me resisto a quejarme de que no ha sido todo lo satisfactoria que podría llegar a ser. Algunas de las cosas que me chirrían ya estaban en el volumen anterior: Tubilok, como villano, se parece demasiado al típico científico loco, obsesionado con destruir el mundo, me fastidia que algún personaje tenga que liquidar unos cuantos soldados para demostrar lo molón que es y hubiera deseado una presencia más explícita de las enigmáticas Moiras, aunque entiendo la necesidad de que su presencia sólo sea intuida.

A pesar de la parrafada anterior, los defectos que he creído encontrar se refieren, principalmente, a problemas con el ritmo del relato y desequilibrios en el pulso entre información y narración.

Para empezar, “El sueño de los dioses” terminaba en un cliffhanger tremendo y, en vez de continuar la historia donde se dejó “El corazón de Tramórea” comienza con un frustrante y largo flashback.

Las desventuras de Tarimán son importantes y sin ellas no se entendería bien la historia, porque aportan información vital, pero funcionan mucho peor que el resto de las tramas, a lo que no ayuda su carácter eminentemente descriptivo, ya que gran parte de su función es presentarnos los escenarios en los que va a transcurrir el resto de la novela y las motivaciones de algunos personajes.

Javier Negrete está preparando la función, disponiendo la tramoya y colocando cada pieza en su casilla del tablero. Tal vez emplea demasiado tiempo en ello y demasiado poco en la conclusión. No hay cosa que odie más en la lectura que el exceso innecesario de páginas, sin embargo, “El corazón de Tramórea” me ha dejado la sensación de que se podría haber desarrollado mejor con más páginas, quizá incluso con algún libro más en la serie.

Resulta extraño que, después de dedicar tantas páginas al principio de la novela, la historia de Tarimán se interrumpa y no se retome, de modo que nunca se conozcan las circunstancias de su rescate del Onkos. También resulta extraño el alto número de páginas que se dedican a la biografía del primer Zelmanit, cuando en ella no se cuenta ningún dato muy relevante y eso que aquí habría encajado perfectamente el detalle del rescate de Tarimán. Habría quedado mejor como una trama paralela, insertada entre las demás y contada con más detalle. Tal como queda, la crónica de Zenort lo que hace es volver a interrumpir una historia que se estaba poniendo de lo más emocionante, para profundizar en el pasado y aportar muy poco.

Incluso la visita a la ciudad pérdida que se deriva de esta crónica es casi, no completamente pero casi, gratuita y podría haberse eliminado con unos pocos retoques de la trama.

Finalmente, aunque lo mismo ocurre en muchas novelas de muchos autores distintos, nunca me ha convencido la acumulación de clímax sucesivos. Ya saben, cosas como que, muy cerca del final de un libro, ocurra una épica y emocionante batalla y después de la misma, el protagonista se separe del ejército para tener el duelo final con el villano. Negrete tenía que hacer encaje de bolillos con muchos personajes y tramas paralelas. Ha hecho lo mejor que ha podido: lo ha resuelto haciendo que muchos de los personajes se reúnan y sus tramas confluyan y luego, lo ha repetido con los personajes y tramas restantes, a tiempo para el gran final.

Criticar es fácil, cierto, a mi no se me ocurre como habría podido hacerse, pero sin duda habría resultado mucho más emocionante si hubiera conseguido que todos los personajes y todas las tramas confluyeran a la vez.

Mi impresión personal y totalmente subjetiva, es que Javier Negrete se vio condicionado por la ansiedad de terminar un proyecto en el que llevaba ya muchos años embarcado. Eso hizo que en algunos pasajes de la segunda mitad su sentido del ritmo, habitualmente tan medido, se acelerara indebidamente, para quitar de en medio las partes menos interesantes, mientras que, por otro lado la ansiedad de terminar bien, de dejarlo todo atado y bien atado, hace que se exceda con las explicaciones y las descripciones, en su intento de cubrir cualquier agujero de la trama y eliminar los cabos sueltos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El fin de la muerte” de Cixin Liu

"Mark" de Robin Wood y Ricardo Villagrán

“La era del diamante: manual ilustrado para jovencitas” de Neal Stephenson