"Lona de tinieblas" de Rafael Marín


Tercera entrega de las aventuras de Torre, segunda para mí. En esta ocasión, el viejo ex boxeador amnésico, responde a la petición de ayuda de Kid Levante, el boxeador que lo dejó amnésico en el combate en que se dirimía quien de los dos sería el aspirante al título de campeón de Boxeo de España. Bien lejos de su fugaz momento de gloria, ahora Kid Levante está acusado del asesinato de su compañera, una mujer china.

Los capítulos de la investigación de Torre se alternan con capítulos en los que se visitan sus tiempos mozos, esos que Torre ya no recuerda, en los que sobrevivía a base de pequeños hurtos y era uña y carne con Kid Levante, su iniciación en el mundo del boxeo, de la mano de éste y su evolución posterior.

Ya en “Los espejos turbios” quedó claro que el punto fuerte de las aventuras de Torre es la descripción de ambientes y personajes (entre los cuales, en “Lona de tinieblas”, hace un cameo el mismísimo Ángel Torres Quesada) Si allí el protagonismo lo llevaban las navidades gaditanas, aquí, es la crónica de la Andalucía de finales de los sesenta y principios de los setenta, pues el escenario no se limita a Cádiz, sino que incluye una visita a Almeria, con una magnífica evocación de los tiempos del auge del spaghetti western. Multitud de personajes llenos de humanidad y anécdotas, contadas con gracia y desparpajo, como la crónica de la actuación de Joan Manuel Serrat, jalonan esta crónica.

Si hablo tanto de la parte que transcurre en el pasado y tan poco de la que transcurre en el presente, es porque ahí es donde está todo el interés de la novela. La intriga no sobrepasa los parámetros de lo estrictamente correcto. En el fondo, los capítulos en los que Torre ejerce su oficio de “Detective sin licencia”, sirven únicamente para separar los capítulos que transcurren en el pasado, que es dónde está el verdadero intríngulis de la historia.

Al poco interés de la trama policíaca hay que sumar que ya ha desparecido la novedad que encontré en la personal voz del narrador en “Los espejos turbios”. Y no es porqué hable en dialecto, es por su tendencia a irse por las ramas, que hay quién dirá que es la gracia de la obra, pero que coraje da la jartá veces que uno se encuentra perdió en la lectura, no porque la historia sea liosa o rebuscada, sino porque cuando se llega al final de una frase ya no se acuerda de que carajo estaba diciendo Torre cuando la empezó.

Tienes sus cosas buenas y muy buenas, pero “Lona de tinieblas” me ha resultado una lectura muy fatigosa.

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