“El señor de la muerte y otros casos de Steve Harrison” (Los detectives de Robert E. Howard 1)


Reseñar este libro me crea un problema. Todo lo que pueda decir coincidirá con la introducción de Javier Jiménez Barco. Aún así, lo intentaré aunque poco pueda aportar. Los cuentos de misterio eran muy populares a comienzos del siglo pasado. Robert E. Howard escribía para revistas populares y, aunque era un escritor vocacional, lo hacía con el sano propósito de ganarse la vida, lo que le llevó a intentar escribir este tipo de cuentos, aunque ni le gustaban ni se le daban bien.

El más prolífico de sus detectives fue Steve Harrison, un policía de una ciudad innominada, que podría ser San Francisco, que patrulla en solitario el barrio del East River, una zona poblada por orientales, principalmente chinos, aunque Howard meta en el mismo saco a árabes o indios, a los que impone las leyes del hombre blanco.

El racismo consustancial a todas las obras de Howard es más acusado que nunca en estos relatos.

El libro se compone de 5 cuentos. El primero, “El tacón de plata” es un relato policíaco al uso, en el que no paran de amontonarse cadáveres. Howard se nota incómodo con esta trama, a la que le cuesta dar sentido y Harrison no se muestra como un cerebro demasiado brillante, siendo sus especulaciones y deducciones bastante retorcidas e inverosímiles. Así y todo es una buena presentación del personaje y su ritmo es impecable.

En los demás relatos, Howard consigue llevar a Harrison al terreno que le es más cómodo. Crea una némesis para Harrison, “El señor de la muerte” del título, una especie de Fu Manchu, que gobierna en secreto el East River, barrio cuyas profundidades Howard siembra de mazmorras, palacios y templos ocultos. Si yo hubiera leído a Sax Rohmer, diría que es una gran influencia en estos relatos. Harrison resuelve los casos más con sus puños que con su cerebro y sucumbe a menudo al frenesí berseker de los personajes howardianos. Además, su creador le hace arrastrarse a menudo por oscuros callejones y pasadizos secretos y hay que decir que Howard es para mí el autor que mejor narra como pasean sus héroes por sitios oscuros.

Resulta un libro entretenido, pero a pesar de todo, me ha gustado menos que otras obras del autor. El genio para la creación de atmósferas de Howard no brilla a la altura acostumbrada. La grandilocuencia de algunos diálogos resulta muy impostada en un entorno moderno, igual que la costumbre de sus personajes de decir en voz alta lo que hacen, han hecho o piensan hacer.

Eso sí, merecen destacarse las ilustraciones de G. Duncan Eagleson, a mi entender magníficas y apropiadas.

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