“El pescador” de John Langan


Vamos a empezar con advertencias. He disfrutado mucho con la lectura de “El pescador” pero quienes se embarquen en su lectura deben tener algunas cosas claras.

Los dos primeros capítulos, 73 páginas, son la historia de como un empleado de IBM se sobrepone del fallecimiento de su joven esposa al obsesionarse con la pesca y de su relación con un compañero más joven, que acaba de perder a toda su familia. Con “sobreponer” no quiero decir superar, esas cosas nunca se superan y con “obsesionar” no quiero decir “apasionar”, la pasión llega luego, pero inicialmente la pesca le da solamente una actividad en la que emplear el tiempo, le impone una rutina, una disciplina, una dieta, cualidades que acaban sacando al protagonista del pozo en el que se encontraba hundido.

Esas cuestiones son un poco irrelevantes. Lo que quiero decir con lo de las advertencias es que durante todo ese tiempo, fuera de algún presagio ominoso y alguna cosa que el narrador anticipa, no hay ningún acontecimiento terrorífico ni sobrenatural.

Luego, nuestros dos pescadores de fin de semana se van a un arroyo misterioso, paran a desayunar en una cafetería y el dueño les cuenta una historia.

Esa historia supone más de la mitad del libro.

Hay miles de novelas que siguen la estructura prólogo-novela-epílogo. El narrador expone las circunstancias que le convirtieron en oyente o lector de la verdadera historia y luego, cuando esta concluye, nos cuenta brevemente como esta le afectó, cambió su vida o su percepción de la realidad.

No es el caso. En “El pescador” el epílogo no tiene nada de breve y junto con el prólogo forma una novela de extensión aceptable. Esto convierte a “El pescador”, en su conjunto, en una novela con grandes problemas estructurales. En mi opinión.

La interrupción de la historia inicial, justo cuando parecía que estaba a punto de ponerse interesante, resulta anticlimática, sobre todo porque el relato que escuchan en la cafetería, que es apasionante, tarda mucho en encontrar a sus propios protagonistas.

Dicho relato, transcurre fundamentalmente durante la construcción de un gran embalse en las afueras de Nueva York, a comienzos del siglo pasado, aunque también se tarda en llegar a ese punto. Incluye difuntos que se levantan de sus tumbas, brujería y universos paralelos. La ambientación me parece muy lograda, o al menos creíble, al igual que los personajes. Su atmósfera está impregnada de intriga, secretos y oscuridad. En líneas generales me ha parecido excelente. Sólo le veo dos defectos: uno, que en determinado momento ocurre algo que se parece mucho a una pelea entre dos magos, tirándose hechizos y rayos por las manos, escena que rompe el tono de la novela y que me saca de lo que estoy leyendo.

El otro es otro problema estructural. Se sabe de uno de los personajes que es más de lo que parece y que guarda un terrible secreto en su biografiá. Cuando esta parte del libro ya casi ha terminado, le da por confesar con pelos y señales todo su pasado.

Este cuento, dentro del cuento, dentro del cuento, también es muy atractivo. Mas que de terror, lo clasificaría de fantasía oscura. Podría publicarse por separado y ojalá lo hubiera hecho. Me alegro de que esté ahí, la curiosidad me consumía por saber lo que pasaba con este tipo, pero llega cuando la gran crisis ha pasado y no hay mucha motivación para seguir leyendo. El momento en que, si fuera una película, mis padres se habrían apresurado a irse a la cama.

Finalmente, retomamos a nuestros dos pescadores y retomarles, después de tanto tiempo, supone un nuevo esfuerzo. Tras tanto tiempo, su peripecia ha perdido bastante interés e incluso resulta algo tópica. Pese a todo, tienen momentos muy buenos, muy sugerentes y evocadores y no poca emoción. Pero acaba… y todavía queda un capítulo de 22 páginas, la mayor parte de ellas prescindibles. Las últimas cuatro o cinco páginas son infumables y tópicas. Parecen sacadas de una película mala de terror, aunque el último párrafo es estremecedor y supongo que habrá a quien le parezca que compensa las páginas precedentes y todo el capítulo. No es mi caso.

En el epílogo, John Langan comenta que esta novela fue un proyecto largo, que le costó mucho sacar adelante. Me da la sensación de que durante ese tiempo se le ocurrieron muchas ideas, que juzgó buenas y quizá lo sean y no pudo resistir la tentación de incluirlas todas. Un escritor más disciplinado hubiera hecho el sacrificio de elegir entre los hijos de su mente y podar aquellos que en vez de sumar emoción, restaban y hacían el relato menos interesante.

Después de esta parrafada, imagino que he vuelto a dar una impresión equivocada de lo que me ha parecido esta novela. Para empezar John Langan es un buen escritor, de esos que no distinguen entre alta y baja literatura y que consideran que no hay género chico y tienen que hacerlo lo mejor posible en lo que sea que escriben.

En el epílogo también comenta que le costó encontrar una editorial que publicara la obra: las especializadas en terror la encontraron demasiado literaria, las literarias demasiado de género. Existe un placer estético en leer a John Langan. Su estilo es atractivo, sin ser pedante, adopta voces distintas en cada uno de los relatos y se permite pequeños experimentos, pero todos sus artificios están puestos al servicio de la historia, como debe ser. Sabe crear personajes creíbles y sabe hacer que se conduzcan como gente normal. Es fácil sentir empatía por ellos. Su visión de la vida en pareja y la familia, positiva pero en el fondo pesimista no carece de interés. Su cansado y destrozado narrador se mete al lector en el bolsillo desde el primer capítulo y, como ya dije, es un buen creador de atmósferas. Sabe mantener la intriga y convertirla en las espina dorsal que vertebra el relato y tiene “sentido de maravilla”.

Cumplido, supongo, hasta cierto punto inhabitual en escritores de terror, aunque no estoy seguro, Lovecraft mismamente, estaba lleno de “sense of wonder”. El caso es que Langan lo tiene, hay algunas imágenes realmente potentes y evocadoras en este libro: la presa del pescador y los métodos de este, esas ciudades misteriosas, apenas entrevistas, la logia de magos, las alteraciones que sufren los ecos…

El libro también contiene una de las ideas más cautivadoras que me he encontrado últimamente. La del relato que se transfiere de una persona a otra como si fuera una enfermedad y, una vez inoculado, crece dentro de su nuevo huésped, llenándose con más y más detalles de los que tenía inicialmente.

Aunque en el fondo no se más que una excusa para justificar su longitud y que contenga infinidad de detalles que sea imposible que el narrador pudiera conocer. 

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