“La estrella de los gitanos” de Robert Silverberg




La premisa principal de esta novela, es que los gitanos son extraterrestres y que fueron los constructores de la Atlántida, antes de que su caída los convirtiera en los exiliados de la Tierra.















¿Hola? ¿Queda alguien ahí? ¿Han recogido ya su mandíbula del suelo? ¿Remitieron las carcajadas compulsivas? ¿Pueden seguir leyendo?

Hay cierta tendencia en la ciencia ficción a elegir las hipótesis o ideas más improbables, estrambótica o absurdas. Por eso el género es tan pródigo en alternativas “creativas” a la teoría de la evolución. Hasta cierto punto, es lo que quiere el lector, pero esto… Está claro que el propio Silverberg no se lo tomaba en serio, pero no logro concebir que pretendía con semejante … patochada.

Al tajo. Tenemos que los gitanos tienen un don particular para pilotar las naves espaciales, lo que los convierte al pueblo Rom en uno de los pilares principales de un futuro imperio galáctico. El protagonista y narrador de la historia es el rey de los gitanos, que ha abdicado y se ha retirado a un planeta helado y desértico. La primera parte de la novela consiste en que varios personajes vienen a visitarlo, para rogarle que vuelva a ocupar el trono y él se niega.

Esta parte es estupenda para conciliar el sueño.

No estoy diciendo, exactamente que sea aburrida. El lenguaje de Silverberg logra que los capítulos se sostengan por sí solos y son bastante cortos, así que resultan una lectura relajante. Lees uno, disfrutas con la prosa del autor y la lectura te aporta una especie de serenidad que facilita el sueño. El problema es que son unos cuantos y todos iguales. Pensándolo bien, quizá esta parte si que sea aburrida.

Finalmente, se entera de que su trono ha sido ocupado por su hijo mayor, un asesino brutal y de pésimos modales, totalmente inapropiado para el trono y decide recuperar su corona.

A partir de aquí la narración se ve interrumpida por flashbacks en los que recuerda su vida. Lo extraño es que esos flashbacks no siempre son secuenciales, es como si Silverberg optara por omitir las partes menos interesantes de la vida de su héroe y otras las mete con calzador, a regañadientes, como si fuera un deber que tiene que cumplir porque el narrador las ha anticipado. Para embrollar un poco más la narración, los gitanos son capaces de “espectrar” viajar mentalmente al pasado, donde pueden ser reconocidos por el resto de miembros de su especie y conversar con ellos. El propio Yacoub, el protagonista, ha sido visitado toda su vida por sus yoes futuros y los de sus amigos y aliados.

Lo de “espectrar” me resulta lo más atractivo de un libro muy irregular, que a pesar de todo, tiene sus virtudes. Para empezar, no aburre, que es lo fundamental, o al menos a mi no me ha aburrido. Algunos de los mundos que visita Yacoub durante su vida son muy atractivos, aunque no necesariamente originales (siempre es divertido encontrarse con un mar que en realidad es un organismo vivo) El fragmento en que Yacoub es vendido como esclavo por primera vez es estremecedor, al mostrar que a pesar de lo civilizada y moderna que es la esclavitud que describe, en el fondo, sigue siendo una barbarie. Las referencias históricas, a Roma o probablemente Bizancio, son interesantes y lo de “espectrar” es una gran idea, al igual que algunos de los viajes de Yacoub al pasado. Pero sobre todo, el libro se sostiene por la prosa de Silverberg. Es un caso claro de la forma por encima del contenido.

En el lado negativo, hay demasiados viajes al pasado, algunos de ellos y algunas de las vivencias de Yacoub no son más que paja. Al libro le sobran muchas páginas y para ser una space opera con cierto aire de cuento de hadas, le falta acción. Yacoub es un personaje muy logrado y carismático, pero sus estrategias son de peón caminero: consisten, básicamente, en no hacer nada hasta que alguien viene a rescatarlo. Y lo repite varias veces. Los demás personajes por el contrario, están mucho menos perfilados. Silverberg los presenta muy bien, es decir, cada uno tiene un fragmento en que Yacoub describe su aspecto y su personalidad. Esos fragmentos son muy buenos, pero son un caso de contar en vez de mostrar, el mayor de los defectos de Silverberg como escritor: siempre tiene que verbalizarlo todo, parece incapaz de transmitirlo. Y la mayoría de los personajes no se comportan como se les describen.

Que demonios, la mayoría de ellos no se comportan y punto. No tienen la menor importancia en la trama. Decir que son meros comparsas es dedicarles un cumplido. Hay un capítulo en que Yacoub describe a varios de sus camaradas y, a menos que retrocedas a ese capítulo cuando luego alguno de ellos habla, es imposible acordarse de quien demonios era cada uno, porque nada en su comportamiento o su habla sirven para distinguirlos. Tampoco es un gran problema, como ya dije no pintan nada. Lástima de páginas desperdiciadas.

Tampoco hay un discurso claro en la novela. Si todo lo que Silverberg pretendía era divertirse escribiendo una novela de aventuras, le sobran págins y le falta acción. Si pretendía algo más, no queda nada claro el qué, aparte de un magnífico estudió de un personaje y la glorificación de la cultura romaní.

Defectos estos que lastran esta estrambótica historia, de modo que ningún ejercicio de estilo puede salvar.

Una tontería magníficamente escrita.

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