“Cartas de la Atlantida” de Robert Silverberg



En esta novela los historiadores y arqueólogos son capaces de trasladar sus mentes a las de habitantes del pasado. La novela está formada por las cartas que uno de estos investigadores escribe a su pareja, también viajera del tiempo, cuando toma el control del cuerpo de su huésped mientras duerme.

Dicho huésped es el príncipe heredero de la Atlántida.

Tachán. Otra vez con la Atlántida. Que harto que estoy de la Atlántida. Podría rellenar post y posts hablando de lo mucho que detesto las teorías sobre la Atlántida y los dioses estelares que crearon a la especie humana y construyeron las pirámides. Supongo que se debe a que los amigos con los que me emborracho están convencidos de su autenticidad. En fin, me disculpo por contarles mi vida.

A lo que íbamos, en plena era glacial, existe una civilización que conoce la electricidad y la máquina de vapor. Al que haya leído mis críticas sobre otras novelas de Silverberg no le sorprenderá lo más mínimo descubrir que los atlantes son extraterrestres que provienen de un lugar llamado… ¡La estrella del gitano!

Si señores Silverberg sigue en sus trece y repite muchas de las chaladuras de “La estrella del gitano”. Hay que agradecer que “Cartas de la Atlántida” es mucho más breve. Sumamente breve. Si me paso de elocuente, mi reseña será más larga. Es evidente que es otra novelette o novella de Silverberg que fue publicada en España en forma de libro.

Su brevedad es uno de sus puntos fuertes. Termina antes de aburrir y de volverse monótona. Aún así, le sobran páginas, parece un relato alargado. Otros puntos a su favor son que parte de una idea interesante y que recrea una cultura exótica y atractiva, aunque muy poco creíble, históricamente hablando. Su naturaleza epistolar y el complicado medio de enviar y recibir las cartas la vuelve muy artificiosa, como no pocas obras de Silverberg, en las que parece más interesado en la forma de contar la historia que en la propia historia. Sin ser tampoco excesivamente original, dicha forma es correcta. Es una lectura agradable, pero que no deja poso en el lector, por culpa de lo poco que se narra en ella. El argumento es casi inexistente y termina cuando parece estar empezando. Tampoco tiene demasiado mensaje, fuera de una ligera reflexión sobre la necesidad de afrontar la muerte y la inevitable extinción, que Silverberg tampoco desarrollada demasiado.

El conjunto es una lectura irrelevante, que ni aburre ni apasiona, en la que el continente es más atractivo que el contenido.
 

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