“Meridiano de sangre” de Cormac Mccarthy



Cormac Mccarthy es un autor popular entre el público aficionado al fantástico por su novela “La carretera” y entre el público, en general, por las adaptaciones al cine de dos de sus novelas, la ya mencionada “La carretera” y “No es país para viejos” por la que Javier Bardem vio premiada su actuación con un oscar. Está reconocido por la crítica como uno de los escritores de Estados Unidos más importantes de la actualidad. A menudo se le menciona incluso para el Nobel. “Meridiano de sangre” es su obra más famosa y se la considera la novela más importante que se ha escrito en Estados Unidos durante los últimos veinticinco años.

Con estos antecedentes, es imposible no llevarse una decepción. Hablaremos de eso más adelante.

La técnica literaria de Cormac Mccarthy es peculiar. No utiliza ningún tipo de acotaciones para los diálogos, ni guiones ni comillas, si acaso alguna coma precediendo a un “dijo”. También siente predilección por las frases largas, muy largas, plagadas de conjunciones copulativas: “y... y… y… “. Hay un momento en el que describe un ataque de los indios con una única y descomunal frase. Rasgos de estilo que no están al alcance del más común de los mortales, pero que en su caso quedan bien. No sé puede negar que Cormac Mccarthy es un ESCRITOR, con mayúsculas, con un pleno control de su oficio.

Como habrán comprendido por el comentario de los indios, “Meridiano de sangre” es un western. Sigue las peripecias de “el chaval” de quién nunca se menciona el nombre, desde que se va de su casa y emigra al oeste. El chaval no es aficionado a la introspección, sólo actúa. Esta predispuesto a la violencia y cuando obtiene algo de dinero, se lo gasta en alcohol. Después de dar tumbos durante un buen puñado de páginas, se une a un puñado de mercenarios contratados por el gobierno méxicano para matar indios.

Entre esos mercenarios, está el juez Holden, el personaje más carismático y famoso de la novela. Pálido, sin un sólo pelo en el cuerpo, con una cultura impresionante, dado a filosofar, estudioso de la naturaleza salvaje, a la que le gustaría destruir, asesino de niños y aficionado a confundir con sus filosofías a sus incultos compañeros, a los que tal vez asesina.

El juez Holden podría o no ser un personaje sobrenatural. Para ser exactos, la mayoría de los lectores de “Meridiano de sangre” dicen que podría o no ser el diablo. Todo el mundo le considera el mejor personaje de la novela, lo que es cierto. También le consideran un inmenso personaje.

Ahí ya tengo mis duda. Sinceramente, un personaje educado, bien vestido, aficionado a grandes monólogos sobre los temas más peregrinos y menos relacionados con lo que está ocurriendo, aparentemente irónico e inteligente, que de repente explota en estallidos de violencia y mala uva, no me parece tan diferente de el Joker, por citar un ejemplo que está de actualidad. A su modo, es un tópico: el villano excéntrico.

Holden aparte, la novela consiste en grupo de mercenarios vagando de un lado a otro, matando a diestro y siniestro y envileciéndose progresivamente. Mccarthy lo cuenta con un estilo seco y descarnado, la objetividad echa prosa. Se limita a transcribir sus acciones y conversaciones. Sus diálogos me parecen magníficos, igual que su capacidad para describir ambientes. Sus personajes, Holden aparte, son más flojos, a fin de cuentas ninguno de ellos es una persona demasiado profunda. Sentir algo por ellos es imposible. Son un hatajo de asesinos hijos de puta sin corazón. No tienen ningún rasgo de humanidad que les redima, ni siquiera existe compañerismo o fraternidad entre ellos. Darles el protagonismo absoluto es otra decisión valiente de Cormac Mccarthy, de la que también sale bien librado.

Con tantas cosas buenas, “Meridiano de sangre” me ha resultado muy difícil de acabar y es poco probable que vuelva a leer algo de este autor a corto plazo. Mis problemas con la novela son dos:

Uno: la absoluta falta de objetivos de la narración. Estoy bastante seguro de que esto es totalmente intencionado. Seguro que Mccarthy piensa que la vida no tiene un objetivo claro, así que la ficción no tiene porqué tenerlo y seguro que hay muchos críticos que le aplauden por ello. Pues que quieren que les diga, yo soy de la opinión de que la ficción debe de ser distinta. En “Meridiano de sangre” pasan y pasan las páginas, pero el lector nunca tiene la sensación de estar avanzando. No parece que le estén contando una historia. Es como si toda la novela fuera un prólogo a otra obra, que nunca empieza. Hasta los asesinatos a sangre fría dejan de impactar, una vez contemplado el cuarto.

El otro problema son las descripciones de paisajes. Poética, líricas, llenas de simbolismo místico, religioso o filosófico. Son magníficas y son demasiadas. He leído a alguien referirse a Cormac Mccarthy como “poeta de las llanuras”. Bueno, aquí se describen tanto llanuras, como montañas. Generalmente al amanecer y al anochecer, que es cuando los rayos del sol permiten efectos más visuales. He oído alabanzas de la verbalización del paisaje que hace Cormac Mccarthy, de sus “fotos en prosa”. Un coñazo es lo que son.

Las tres o cuatro primeras descripciones de paisajes, te fascinan. Las quince siguientes, empiezan a irritarte. A partir de allí, te divides entre la furia y el sopor y empiezas a pasar las páginas a toda pastilla. Más que una novela sobre unos cazadores de cabelleras y un juez satánico, esta es una novela sobre el paisaje de México y Estados Unidos. Estoy seguro de que, cada vez que abras al azar el libro, te encontrarás con la descripción de un paisaje.

Quizás Cormac Mccarthy piense que hay dos tipos de personas, las que viajan y las que leen libros y que las que leen libros tienen que leer sobre los paisajes que no verán en persona. Señor Mccarthy, por favor, no me haga más favores.

Comentarios

  1. Yo llegué a Meridiano de sangre entusiasmado después de haber leído 'La carretera'. De esto hace ya casi 8 años y no se me ha ocurrido acercarme a este autor otra vez. Insoportable. La verdad es que me sorprende haberme encontrado con una reseña de esta novela en donde no recibe alabanzas sin descanso, no hay muchas la verdad. A mí personalmente me tranquiliza ver que no estoy solo en la opinión que me merece.

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    1. Encantado de verte por aquí, Cities: Moving. Cormac Mccarthy es un autor tan reverenciado que criticar una obra suya, esta en particular, parece una blasfemia. Me ha impresionado en muchos aspectos, aunque también me ha aburrido. Quien sabe, tal vez no seamos lo suficientemente sofisticados para apreciarlo.

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