“Rumbo a Bizancio” de Robert Silverberg
Nueva novela corta de Robert Silverberg. En España fue publicada dentro de la breve colección “El doble de ciencia ficción”, junto con “Bailando en el aire” de Nancy Kress, autora a la que la lectura de “Una luz extraña” parece haber apagado mis ganas de conocer más a fondo.
“Rumbo a Bizancio” propone un extraño escenario: un lejano futuro en el que la humanidad, ya inmortal vive una ociosa vida de turista en vacaciones perpetuas, visitando las reconstrucciones de ciudades de la antigüedad que construyen para ella sus máquinas todopoderosas. En las reconstrucciones de estas ciudades se mezcla el mito y la realidad, pudiendo encontrarse quimeras o esfinges por las calles de Alejandría. Siempre hay cinco ciudades, ni más de menos. y cada vez que se construye una nueva, otra es demolida. En este escenario se encuentra un hombre del siglo XX, sin saber como ha llegado allí. La novela consiste en sus vagabundeos y su historia de amor con una de nuestros descendientes.
Silverberg vertebra un mundo imaginaria en torno a la excursiones organizadas. El tipo de cosas por las que trabajamos todo el año para disfrutar/sufrir durante unas pocas semanas. No se si considerar este futuro una utopía o una distopía. Parece un lugar agradable, y no estaría mal pasar en él una larga temporada, pero creo que me volvería loco si estuviera condenado a hacer turismo y nada más por toda la eternidad, por muy hermosos o fascinantes que fueran los lugares que visitara. En cualquier caso, las ciudades y monumentos que Silverberg describe en esta breve obra si que lo son. Las revelaciones sobre la naturaleza del protagonista y de su amada, sin ser excesivamente novedosas, son interesantes y coherentes con el resto del relato, que avanza suave y sutilmente, sin que el lector apenas se dé cuenta, hasta una conclusión lógica e inevitable.
Sabe a poco, es verdad, aunque siempre es mejor quedarse con ganas de más que quedar aburrido. Tal vez algunas descripciones sean demasiado prolíficas y tal vez se podría haber intentado dotar a los personajes de más trasfondo, pero, esto último, eso habría sido a costa de sacrificar su legibilidad.
Así se hace, señor Silverberg.
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