“Salambó” de Gustave Flaubert
Siento un gran respeto por los
clásicos, cuando una obra deja su impronta en el tiempo, suele ser por algo.
Cuando me he aventurado con los clásicos, la experiencia ha resultado gratificante.
Dicho esto, nunca se me habría ocurrido probar a Flaubert, porque su obra mas
famosa es “Madame Bovary” y, por lo poco que sé de ella, me suena que es la
historia de la mujer de un médico que se entrega al adulterio por culpa de sus
fantasías románticas, lo que, aunque puede estar muy bien contado, no me atrae
lo más mínimo.
La culpa de que acabara leyendo
esta novela la tiene León Arsenal, quien la ha mencionado en varias entrevistas
y ha llegado a postularla como la fuente de inspiración de Robert E. Howard
para el propio Conan. Como no sea por el enfrentamiento entre salvajismo y
civilización, no estoy de acuerdo con ello, e incluso ese salvajismo y esa
civilización son relativos, entre los bárbaros mercenarios hay espartanos,
galos y gentes de culturas avanzadas para la época y los cartagineses de la
historia son capaces a su vez de comportarse con la mayor de las brutalidades.
De todos modos, he re reconocerle a Leon Arsenal que le debo una, y gorda.
Una vez más, la experiencia me ha
resultado de lo más satisfactoria. Ahora bien, empecemos por lo pero, no puede
decirse que el libro sea un plato para todos los gustos. Es una novela
eminentemente descriptiva. Flaubert se arroja con un entusiasmo desmedido a la
hora de describir la cultura cartaginesa, entrando en todo tipo de detalles sobre
la construcción de las casas y palacios de la ciudad, el vestuario de sus
habitantes y sus joyas. Es increíble la variedad de estas que usan comúnmente
sus protagonistas. En estas descripciones Flaubert demuestra un dominio del
lenguaje que le confirman como un maestro de su oficio, leerle en español es
arrebatador, me hace desear entender el francés para poder leerle en su idioma
original. No sé hasta que punto se mantendrá el rigor histórico, o si todo será
fruto de la imaginación de Flaubert, pero esta reconstrucción de la época es
uno de los mayores atractivos de la novela, te sumerge en otro mundo de una
manera prodigiosa. Podría decirse que estamos ante una obra maestra del
exotismo. Pero puede resultar fatigosa.
Más de un lector, incluido yo mismo,
empieza a cansarse y a perder el hilo cuando una descripción se extiende
durante un par de páginas. En esta novela hay descripciones, descripciones y
descripciones. El que se embarque en su lectura no se arrepentirá, pero más
vale que esté avisado de donde se mete. En ocasiones, además, los vestidos o
las construcciones son tan raros que se me hace difícil imaginarlos. He buscado
información gráfica por la red, pero no he encontrado nada útil. Existe un
peplun que intenta algo parecido a adaptar la novela, bien intencionado, pero
atroz y Druillet hizo una adaptación al cómic, o metió a Lone Sloane en medio
de la historia, no puedo asegurarlo.
En mi caso las vicisitudes
cotidianas de la vida moderna me jugaron varias malas pasadas. Un par de veces
me ocurrió que el rato que tuve libre para leer, me duró lo suficiente para
leer la descripción del lugar donde tenía lugar una escena, pero no la propia
escena y cuando pude reemprender la lectura, ya se me había olvidado lo
descrito.
Si tuviera que ponerle otro pero,
me quejaría de que no es consciente de manera clara del paso del tiempo en el
relato. Se supone, se dice al final, que la novela transcurre a lo largo de
tres años. Las cosas que ocurren tienen que llevar tiempo, a muchos asedios,
grandes movimientos de tropas, poblaciones que se alzan en armas, de desplazan
al frente vuelven atrás, etc.… pero nunca se nos da una idea clara del tiempo
que se emplea en todo esto.
Y ya para terminar, aunque esto
no es responsabilidad de Flaubert, a la edición de Alianza Editorial le habría
sentado bien un mapa, sino conoces la zona, es imposible entender las múltiples
vueltas y revueltas de los ejércitos.
El argumento narra la guerra de
los mercenarios, los ejércitos de mercenarios que han servido a Cartago en varias
guerras, acampados cerca de la ciudad, se rebelan contra sus patrones cuando
estos no terminan de pagarles. Varios de los personajes se obsesionan con la
Salambó del título, la hija de uno de los nobles más importantes de Cartago y
sacerdotisa de Tanith. Los que se esperen una novela romántica, se llevaran una
grave decepción. Los pasajes relativos a operaciones militares son mas extensos
que los amorosos, en realidad Salambó y Matho solo se encuentran dos veces,
tres si contamos el final y la escena en la tienda de Matho es de lo más casta,
aunque ahí uno no deja de pensar si habrá que leer entre líneas y Flaubert no
estaría engañando a la sociedad de la época. No tenía ese problema con la
violencia.
La novela no es un plato apto
para estómagos delicados, está llena de alucinantes carnicerías. Hay muchas
batallas, y son auténticos baños de sangre, se describen detalladamente los
suplicios que sufren los vencidos, hay episodios de canibalismo. Incluso hay
sacrificios humanos ¡de niños!, Flaubert no cae en el error de imponer los
valores de su propia época a sus personajes. Estos son hijos del tiempo que les
ha tocado vivir. Magníficamente descritos con sutiles pinceladas, son
apasionados, violentes, crueles y despiadados y no tienen constancia de que lo son.
El autor se limita a relatar su comportamiento sin juzgarlos jamás.
La propia Salambó, aunque da
título a la novela, tiene poca importancia en la misma. Es una sacerdotisa
virginal que ha sublimado su sexualidad hacia la diosa a la que rinde culto,
por lo que no es capaz de entender las reacciones de los hombres que tiene
alrededor. La pasión de Matho, uno de los jefes mercenarios por ella, por el
contrario, es puramente sexual, puesto que nunca llega a conocer su
personalidad y tampoco es ajena a aspectos religiosos. A Expendius le mueve la venganza,
a todos la codicia y a muchos la sed de poder. Todos ellos se fundirán en un
sangriento crisol de pasiones bárbaras y violentas, con final trágico.
Una obra inolvidable
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