“El mundo sombrío” de Henry Kuttner
(No tengo nada contra esa tienda, pero mira que me fastidia cuando la única imagen que encuentro de la portada tienen el logotipo de cyberdark. Ya me ha pasado unas cuantas veces. A la próxima le hago una foto.)
El verano me ha permitido
rescatar de la pila de libros pendientes esta entrega de entretenimiento puro,
perteneciente a "Los libros de Barsoom“. No conozco a Henry Kuttner, aunque se
que en su vida tocó todos los palos de la literatura fantástica y que se ganó
un cierto respeto de la afición. Ese desconocimiento ha sido cubierto, en
parte, por el prólogo de Javier Jímenez Barco. Los prólogos de “Los libros de
Barsoom” son, a menudo, lo mejor de sus ejemplares, debido a que los escritores
de la era pulp eran unos auténticos personajes. Probablemente, lo que mas
recuerde de este libro sea la relación de Henry Kuttner con su mujer, la
también escritora Catherine L. Moore, de quien si he leído los ciclos de “Norwest Smith” y “Jirel de Joiry” y las colaboraciones entre ambos, así como las teorías conspirativas que versan sobre la autoría de muchas obras de Henry Kuttner.
Lo que no quiere decir que este
libro carezca de interés. La mayor parte de él lo compone la novela que le da
título. La premisa podría parecer de lo más tópica, hombre de nuestro tiempo
trasladado a otra dimensión donde se convierte en el adalid de la lucha contra
la tiranía. El giro maestro que le da la vuelta a esta trama tópica y cuya
revelación puede ser un grave spoiler
es que en realidad el héroe intercambio su cuerpo con su alter ego de la otra
dimensión, un despiadado y temible hechicero y que al hacerlo se mezclaron sus
recuerdos. La novela empieza cuando el malvado brujo es traído de vuelta a su
mundo y es narrada por él mismo. Es decir, es contada desde el punto de vista
de un súper villano que cree ser un hombre del siglo veinte y que poco a poco
va recuperando su memoria y sus poderes.
Esta brillante idea, que según
apunta el prólogo no es del todo original, es lo que da personalidad propia y
vida a una trama folletinesca que, si no, sería muy tópica, junto con algunos
personajes y detallas de ambientación muy inspirados, como es el caso del
inmóvil Ghast Rhymi, que oculta un secreto que esta vez no revelaré y sobre
todo el terrible Llyr, tal vez el gran hallazgo de la novela, una presencia
incorpórea, ultraterrena y todopoderosa.
A su favor juega también una gran
imaginación en lo referente a los usos de la magia y las consecuencias de los
mismos y un gran sentido del ritmo, que hace que la narración se devore. En su
contra juega el exceso de racionalismo, Kuttner, como otros escritores de la
época, parece impelido a buscar explicaciones científicas a los elementos
sobrenaturales, explicaciones rebuscadas y poco creíbles que no hacen ningún
bien al relato, todos sabemos que esto es fantasía y que la magia es magia y
una prosa grandilocuente y efectista, plagada de puntos suspensivos y signos de
admiración, fruto de las convenciones
literarias de la literatura popular de la época, que ha envejecido mal aunque
no carezca de cierto encanto y unos personajes incapaces de proyectar sombra,
por lo planos que son.
Los mismos defectos y virtudes se
encuentran en los dos relatos del príncipe Raynor que acompañan a la novela. Salvo
por el excesivo delirio zodiacal del segundo de ellos, Kuttner se las apaña muy
bien describiendo escenarios y seres fantásticos, pero el resto de personajes
son meros estereotipos y ahora no hay ningún narrador peculiar que los redima
con su punto de vista original. Aún así, son muy entretenidos, muy howardianos y quedarían muy bien
adaptados al cómic.
Entretenimiento sin prejuicios,
imaginativo que no renuncia del todo a ciertas ambiciones literarias.
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