“Espadas rojas de Castilla” de Eugenio Fraile



Los últimos meses ha sido publicada una avalancha de libros sobre la figura del Cid Campeador. La cima de este iceberg lo constituye la novela de Arturo Pérez Reverte. Ignoro si se debe a la serie de televisión que prepara Amazon o si es que se acaba de cumplir algún aniversario, del nacimiento de Rodrigo Díaz de Vivar, de su muerte o de la primera edición impresa del cantar del Mio Cid. Si hay por ahí algún historiador, me encantaría que me lo aclarara.

El caso es que, de entre el aluvión de novedades, me ha llamado la atención esta, porque la publica “La biblioteca del laberinto” y por incorporar elementos fantásticos a la figura, del Cid, algo que ya hizo Ricard Ibáñez en “Mio Sidi”, con gran acierto a la hora de anclar los elementos sobrenaturales al folclore y la historia española y fracasando en todo lo demás.

“Espadas rojas de Castilla” es un conjunto de relatos ambientados durante la ocupación musulmana de la península ibérica. En uno de ellos “Espadas en la frontera”, ni siquiera aparece la figura de Rodrigo Díaz. Su lectura me ha recordado la “Wolfgang Stark, el último templario” de Alexis Brito Delgado, por dos motivos. 

Uno, ninguno de los dos libros fue pensado originalmente para su recopilación. Los relatos de “Espadas rojas de Castilla” se publicaron originalmente en varios fanzines. Como consecuencia, en todos ellos se nos describe al protagonista, prácticamente con las mismas palabras. Es un problema que no es culpa de nadie, en concreto, no es culpa del autor ni del editor, pero acabé un poco harto de leer lo de su larga espada en su vaina de cuero repujado y algunas descripciones si que se podían haber obviado. Eugenio Fraile tiene tendencia a evidenciar los cambios de escena con la imagen de Rodrigo cabalgando o caminando por un nuevo escenario, ocasión que aprovechar para amenizar el relato con la enésima descripción de su aspecto, todas virtualmente idénticas. En particular, me resulto irritante en el relato “Los hijos de la media luna”. Admito que puedo ser demasiado quisquilloso.

El otro punto en que me recordó al libro de Brito Delgado, fue en la admiración y el homenaje por la obra de Robert E. Howard, aunque en este caso me parece que el verdadero homenajeado es más bien a Roy Thomas. Los argumentos de los relatos parecen guiones de cómics de Conan el bárbaro, ambientadas en la época de la reconquista. No puedo jurarlo, porque ya no dispongo de ese cómic, pero “Espadas en la frontera” me ha parecido casi una traslación de “Mas allá del rio negro”, pero sin el compañero inexperto. Hasta termina en una taberna.

Vaya por delante mi admiración hacia el trabajo de Robert E. Howard y de Roy Thomas. Me parece muy bien que los escritores modernos les recuerden y les tengan presentes, pero no veo el sentido en volver a contar las mismas historias, sin darlas ningún toque personal, porque un cambio de escenario no me parece suficiente. Los argumentos resultan tópicos y predecibles para un lector de cómics experimentado y los personajes muy esquemáticos.

Por desgracia, esta devoción hacia Thomas también se trasluce en lo estilístico, en una sobreadjetivación que empobrece la expresión, en vez de enriquecerla, por la pobre originalidad de los adjetivos y las expresiones utilizadas.

Por otro lado, la superioridad de las capacidades bélicas del futuro Cid Campeador con respecto a las de sus adversarios es tan abrumadora que los combates apenas tienen emoción, ni siquiera cuando se enfrenta a seres sobrenaturales.

Aún así, Eugenio Fraile sale vencedor en lo fundamental, allá donde Ricard Ibáñez fracasó estrepitosamente, porque, a pesar de sus innegables defectos, “Espadas rojas de Castilla” es un libro entretenido.

Un aprobado bajo.

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