“La investigación” de Stanislaw Lem



Mi interés por la obra de Lem quedó en barbecho después del supremo aburrimiento que me supuso la lectura de “La voz del amo”. Aburrimiento y sensación de pérdida de tiempo. Sin embargo, el tiempo paso, los fuegos del odio se apagan y, en virtud del disfrute que me supusieron otras obras suyas, he decidido darle una oportunidad a “La investigación”, una obra en principio muy atípica en la obra de Lem, puesto que se trata de una novela policíaca. Mas o menos.

“La investigación” narra las pesquisas de Gregory, un joven e inexperto oficial de Scotland Yard de un fenómeno extrañísimo: los muertos parecen estar levantándose de sus tumbas, durante breves periodos de tiempo. Suceso tan desconcertante que la policía se ve obligada a considerarlo una superchería y se empecina en la búsqueda de un responsable, a pesar de que un colaborador matemático no tarda en encontrar un patrón estadístico en el que encajan todos los sucesos, tan complicado de desentrañar, que forzosamente tiene que responder a un fenómeno natural.

Como en toda obra de arte, en “La investigación” hay cosas que funcionan y cosas que no. Entre las cosas que no funcionan las hay literarias y las hay científicas. Empecemos por estas últimas:

Me disculpo por adelantado si el mal que los años están haciendo a mi capacidad de atención hizo que no entendiera bien algo del primer capítulo. Este narra una reunión en la que se presentan los detalles del caso y se resumen someramente los movimientos de cadáveres o las desapariciones de cuerpos ocurridos hasta entonces.

Pues bien, se mencionan, como mucho, cuatro o cinco casos. Mis conocimientos de estadística son muy básicos, pero me bastan para saber que con una muestra tan reducida es imposible hacer un análisis estadístico en condiciones, o, al menos uno que tenga un fiabilidad aceptable. Por otro lado, las supuestas correlaciones que el el matemático establece entre los sucesos y otros factores como el clima son absurdas, proviniendo de un matemático, que sabrá perfectamente que la correlación entre dos variables no implica, por si misma, ninguna relación de causalidad.

No soy ningún experto en el tema, simplemente es que he leído esto y esto:
Esas suposiciones serían perdonables en el ingenuo protagonista, pero no en una supuesta eminencia como el que las plantea. Son dos errores más gordos de lo que parece, porque dinamitan la propia tesis que plantea la obra. A lo largo de ella, desesperado, Gregory acabará soltando máximas como “Nuestros destinos son moldeados por la estadística”, “¡Sólo existe la estadística!”. No puede hacerse una novela sobre la estadística, dándole la espalda a la estadística. Lo peor de todo es que estos errores podrían haberse subsanado, documentándose un poquito y trabajándose más el argumento. No habría sido necesario más que multiplicar en varios órdenes de magnitud los casos ocurridos, aunque eso complicara otros aspectos de la novela.
En lo literario, Lem también exige demasiado de mi credulidad, cuando narra el día a día del protagonista, que consiste en gandulear hasta que se produzca un nuevo suceso. De verdad que me resulta muy difícil de creer que un oficial de policía no tenga ninguna otra cosa que hacer, mientras espera que se produzcan novedades.

Cuando estas se producen, la minuciosidad con la que se describe y analiza el lugar de una aparente resurrección, llega a hacerse tediosa. A pesar del aburrimiento, debo corregirme, porque esto no lo considero un error, era necesario dar tantos detalles y ser tan endemoniadamente preciso, para transmitir con eficacia el sinsentido de la aplicación de los métodos policiales tradicionales y, por extensión, el método científico, cuando se enfrentan a lo insólito o lo inexplicable. Por más que los agentes de policía sigan huellas, hagan mediciones, examinen cadáveres y hablen con testigos, la única conclusión a la que pueden llegar es aquella que no están dispuestos a aceptar.

“La investigación” se adentra pues en las obsesiones habituales de Stanislaw Lem, la incapacidad de la ciencia de llegar a desentrañar los entresijos del universo y las reacciones de las personas cuando se enfrentan a problemas sin solución.

El protagonista es demasiado pardillo, aunque joven, ya ostenta un cierto cargo en la policía y debería suponérsele algo de experiencia. En cambio, su comportamiento linda con lo infantil y su bisoñez no cuadra con lo elevado del lenguaje con el que expresa su negativa a aceptar la realidad de las resurrecciones. Problema éste que se extiende al resto de los personaje. Cuando se trata de expresar sus pareceres sobre cuestiones filosóficas o trascendentales, todos sufren ataques de elocuencia, que transforman los diálogos en monólogos, que siempre parecen declamados por la misma voz, hable el personaje que hable.

Eso si que me parece un error, y bastante frecuente en la obra de Lem, pero, siendo justos, hay que reconocerle que son unos pedazo de monólogos, impactantes y muy bien escritos, aunque algunos de ellos sobren, por no estar relacionados con la trama (me estoy refiriendo a las divagaciones de Sciss sobre los ordenadores durante la guerra fría)

Por lo demás, el resto de los personajes están muy bien caracterizados, más por sus palabra y sus actos que por lo que se dice de ellos, especialmente el matemático, Sciss, Sheppard, el superior de Gregory y sus pintorescos caseros, que dan lugar a un par de momentos tronchantes, a pesar de su amargo desenlace.

Al contrario que en alguna crítica que he leído, el final del libro me ha parecido muy bueno. Sinceramente, no creo que en la vida real la policía hubiera reaccionado de otro modo. También me ha parecido genial la ambientación. El escenario de “La investigación” es fundamentalmente Londres, pero, más que en la Inglaterra real, la novela transcurre en esa Inglaterra imaginaria de las novelas policíacas, perpetuamente cubierta por un manto de niebla, en la que las horas de oscuridad son mayores que las de luz. La pensión en la que reside Gregory, parece un palacio surgido de una novela gótica, los callejones están iluminados por lámparas de gas y aparentan esconder mil secretos. Es un gran escenario, brillantemente descrito, aunque Lem dedique demasiado tiempo a dar cuenta de él.

Creo que esa sería la mayor pega de la obra. Siendo una novela corta, le sobran muchas páginas. Lem se detiene a relatarnos muchos detalles irrelevantes, muchos deambular que no conducen a ningún sitio, muchos puntos de vista sobre asuntos que no tienen que ver con la trama. Es otro problema bastante común en su obra.

A pesar de ello, la novela funciona muy bien, consigue transmitir la impotencia y desesperación que pretende transmitir y ha logrado reavivar mi interés por la literatura de Stanislaw Lem.

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