“Los demonios del lado oscuro y otras historias de Mercurio y las guerras interplanetarias” de Leigh Brackett


A lo que parece, la patria de Eric John Stark apenas dio para 4 relatos y el presente volumen tuvo que ser completado con otras historias de Leigh Brackett, en las que se hace referencia a los conflictos entre los diferentes planetas del sistema solar, la Tierra, Marte, Venus y Júpiter. Cada relato cuenta con una pequeña introducción, entiendo que debida al traductor, Pedro Cañas Navarro, en la que lo sitúa dentro de la cronología de la “historia del futuro” del universo de Leigh Brackett, con bastante acierto, aunque estoy completamente seguro de que es una cronología que debe más a la mente de Cañas Navarro que a la de Leigh Brackett.

Estos relatos se sumergen en esa variante de la ciencia ficción pulp que a veces homenajeaba “Futurama” y que todavía menudea por las series de televisión de capítulos autoconclusivos, en los que los alienígenas se dividen entre casi-dioses-todopoderosos y monstruos hambrientos, muchos monstruos hambrientos, enfrentados a cowboys y piratas que vagabundean de batalla espacial en batalla espacial.

Al contrario de lo que suele ser habitual en este tipo de historias, los protagonistas de Leigh Brackett no son el habitual héroe mesiánico y sabelotodo, sino delincuentes o buscavidas, cínicos y amorales, que descubren el idealismo y la integridad a lo largo de la aventura, muchas veces por la influencia de una mujer y muchas veces a costa de su propia vida.

A Brackett se le da mucho mejor empezar sus relatos que terminarlos. Presenta a sus personajes y al conflicto que los une con una gran elegancia y economía de medios, y aumenta hábilmente la tensión hasta llegar al clímax de cada relato, pero, una vez llega ahí, tras haber jugado de un modo brillante durante toda la partida, las más de las veces no acaba de rematar la jugada, con escenas de acción confusas y finales precipitados e inverosímiles. Diría que intenta seguir la reglas del juego, que dictan que el protagonista debe, o bien tener una revelación insospechable o dar un vuelco inesperado a la situación con una idea ingeniosa y las “revelaciones insospechadas” y las “ideas ingeniosas” de Leigh Brackett son bastante estrafalarias. El ejemplo paradigmático es “Esclavos de la noche infinita”, una historia, por lo demás modélica, sobre el clásico tema de los descendientes de los supervivientes de un naufragio espacial, que han olvidado el origen de su pueblo. El modo en que se impone el final feliz en este cuento es… bueno. Me resultaría más fácil creer que el protagonista ha muerto y está en el cielo, o experimentando una alucinación final en la que se cumplen todos sus anhelos, que lo que de verdad ocurre.

Además, muchos de los relatos aquí incluidos parecen sufrir de un trabajo de poda y tijera que los acomodase a las longitudes exigidas por las revistas para su publicación. Abundan los cambios de escena y de punto de vista bruscos, a veces dentro de un mismo párrafo, lo que no contribuye al disfrute del lector.

La escritura de Brackett pierde bastante al desligarse del exotismo de los mundos todavía en proceso de colonización, en cuyas profundidades inexploradas acechan viejas culturas en decadencia y oscuros secretos. No he leído “Las brumas de Venus”, en su ausencia “Los demonios del lado oscuro” ha sido el volumen más decepcionante que “Los libros de Barsoom” ha publicado de esta autora. Lo que no quiere decir que no contenga momentos brillantes, en incluso inolvidables:

… La mayor parte del ya citado, “Esclavos de la noche infinita”.
… La personalidad del protagonista de “Reportero interplanetario” y la descripción del comportamiento de la gente normal ante el comienzo de una guerra.

… El opresivo ambiente de pesadilla de “Campo de concentración en Io”.

… Las últimas páginas, absolutamente magistrales, de “Tierra de nadie en el espacio”

… Esa joya que es “La danzarina de Ganímedes”, enigmática, romántica y trágica, tal vez no de una gran originalidad, pero maravillosamente contada.

… El desarrollo de “Los demonios del lado oscuro” y como Leigh Brackett es capaz de redimir, con par de frases, un final mayormente insatisfactorio: “La llanura oscura y solitaria se extendía a su alrededor. La podía sentir, aunque sus ojos estaban ciegos en medio de la oscuridad. Por un instante, había podido sentir las negras eternidades de los vuelos a través del espacio, el silencio, la desolación, el terror de un universo que se acerca a su fin.

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