“La fiesta de Baco” de Robert Silverberg
“La fiesta de Baco” se compone de cuatro novelas cortas. La que da título al libro cuenta la historia de un astronauta de la NASA que, traumatizado por la pérdida de sus compañeros en una expedición a Marte, se une a una secta.
Estoy bastante seguro de que Robert Silverberg no resumiría a sí su historia, pero es como yo la interpreto. El autor se comporta como uno de esos escritores jóvenes, desesperados porque le tomen en serio, que cree ser profundo tecleando el mayor número de divagaciones posibles sobre Dios. El mismo mal que echó a perder “Battlestar Galactica”.
“Viajes” apenas puede considerarse un relato, puesto que la historia brilla por su ausencia. El protagonista se mueve por diferentes universos paralelos por medios inexplicados y el relato consiste, casi exclusivamente, en la descripción de los universos que visita. Así y todo, algunos de estos mundos no carecen de interés . Se encuentra dividida en capítulos y el último capítulo tiene su gracia. Podría haber sido un relato corto, eliminando todos los demás.
“La casa de las mentes dobles” transcurre en una “escuela” en la que se separan quirúrgicamente las mitades del cerebro de los niños alumnos (es decir, se les mutila) con el objeto de poder llegar a convertirlos en adivinos, de los que debe haber gran necesidad en el futuro. No había visto tomarse tantas libertades con la neurología desde que leí “Lámpara de noche” de Jack Vance. Ambos autores sueltan como si fueran verdades demostradas lo primero que les sale de las narices, lo que no quita fuerza al hecho de que lo que nos cuenta Silverberg es sorprendente y llamativo. Por desgracia, el relato apenas tiene más contenido que la descripción de la “escuela” y su fundamentos. Parece contar la historia de un prodigio que sufre el trágico destino que aguarda a los que son demasiado sobresalientes para su tiempo, pero digo parece, porque no cuenta mucho.
“He aquí el camino” cuenta todavía menos. Transcurre en un mundo en el que existen multitud de tipos o subespecies de humanos. Otra vez, es un escenario muy rico, que daría para una trilogía, de hecho, la historia de unos fugitivos que huyen de una invasión de bárbaros podría ser el comienzo de una saga de fantasía épica. Pero, una vez más, el relato se queda en la descripción del escenario. Prácticamente no pasa nada. Su finalidad, si la tiene, es una vaga alusión a los males de la humanidad que se hace al final.
Me resulta muy complicado valorar este libro. No incurre en el pecado mortal de aburrir al lector, pero ello se debe a la habilidad de Silverberg. El tipo de lectores que lo que buscan es aun autor con una voz propia, podrán saborearlo. Aquellos que lo que busquen es una historia que los atrape, no, porque prácticamente no hay historia en ninguna de la cuatro novelas. Su valor es puramente estético, Silverberg, en esta ocasión, prima la forma sobre el fondo, su habilidad literaria no se pone al servicio de la historia que quiere contar, sino todo lo contrario.
En resumen, me ha parecido un libro sumamente decepcionante.
“Viajes” apenas puede considerarse un relato, puesto que la historia brilla por su ausencia. El protagonista se mueve por diferentes universos paralelos por medios inexplicados y el relato consiste, casi exclusivamente, en la descripción de los universos que visita. Así y todo, algunos de estos mundos no carecen de interés . Se encuentra dividida en capítulos y el último capítulo tiene su gracia. Podría haber sido un relato corto, eliminando todos los demás.
“La casa de las mentes dobles” transcurre en una “escuela” en la que se separan quirúrgicamente las mitades del cerebro de los niños alumnos (es decir, se les mutila) con el objeto de poder llegar a convertirlos en adivinos, de los que debe haber gran necesidad en el futuro. No había visto tomarse tantas libertades con la neurología desde que leí “Lámpara de noche” de Jack Vance. Ambos autores sueltan como si fueran verdades demostradas lo primero que les sale de las narices, lo que no quita fuerza al hecho de que lo que nos cuenta Silverberg es sorprendente y llamativo. Por desgracia, el relato apenas tiene más contenido que la descripción de la “escuela” y su fundamentos. Parece contar la historia de un prodigio que sufre el trágico destino que aguarda a los que son demasiado sobresalientes para su tiempo, pero digo parece, porque no cuenta mucho.
“He aquí el camino” cuenta todavía menos. Transcurre en un mundo en el que existen multitud de tipos o subespecies de humanos. Otra vez, es un escenario muy rico, que daría para una trilogía, de hecho, la historia de unos fugitivos que huyen de una invasión de bárbaros podría ser el comienzo de una saga de fantasía épica. Pero, una vez más, el relato se queda en la descripción del escenario. Prácticamente no pasa nada. Su finalidad, si la tiene, es una vaga alusión a los males de la humanidad que se hace al final.
Me resulta muy complicado valorar este libro. No incurre en el pecado mortal de aburrir al lector, pero ello se debe a la habilidad de Silverberg. El tipo de lectores que lo que buscan es aun autor con una voz propia, podrán saborearlo. Aquellos que lo que busquen es una historia que los atrape, no, porque prácticamente no hay historia en ninguna de la cuatro novelas. Su valor es puramente estético, Silverberg, en esta ocasión, prima la forma sobre el fondo, su habilidad literaria no se pone al servicio de la historia que quiere contar, sino todo lo contrario.
En resumen, me ha parecido un libro sumamente decepcionante.
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