Rememorando Babylon 5
Desde hace mucho tiempo,
probablemente años, he deseado poder verme Babilón 5 de un tirón, al menos las
cuatro primeras temporadas. Sin perderme ningún capítulo y con una calidad de
imagen aceptable. El motivo es obvio, su paso por televisión española fue tan
caótico que no hubo modo de seguirla en condiciones. Unas semanas se emitía
sábados y domingos, otras sólo sábados, los horarios cambiaban semanalmente. De
repente empezaron a darla de madrugada (y era jodido programar el video, cuando
no tenías la programación de día siguiente en el periódico, único medio de
información del que disponía por aquel entonces). Mi video se estropeaba cada
dos por tres. A veces grababa, a veces no, nunca con gran calidad. En ocasiones
la pantalla se quedaba completamente negra, sin ninguna explicación. La primera
temporada se acabó y empezaron a repetirla. Lo dejé, y de repente descubrí que
estaba la segunda. Cuando quise volver a poner el video, la serie tenía un
protagonista nuevo y no había ninguna explicación. Un infierno.
La tercera conseguí verla mejor,
perdiéndome algún capítulo porque estaba de veraneo. La cuarte nunca fue
emitida. Frustrante, sobre todo cuando lo mejor que tenía esta serie, era que
enganchaba.
Así que finalmente me he dado el
gustazo, tirando de internet (únicamente la primera temporada ha salido a la
venta en DVD). Estas son mis impresiones, aunque ya adelanto que nunca es buena
idea intentar revivir el pasado.
Si están leyendo esto imagino que
saben de qué va la serie, una estación espacial que es una especie de edificio
de las naciones unidades galácticas flotante. La serie fue de lo más innovador
en su momento por varios motivos. Uno es que fue la primera vez que los efectos
especiales se hicieron íntegramente por ordenador. Según oí en un programa de
radio (Fallo de sistema) la potencia combinada de los ordenadores que se
utilizaron para los efectos especiales era inferior a la de un smart phone.
Muchos consideran que son los efectos especiales lo que peor ha envejecido. No
estoy de acuerdo. Para lo que estaba establecido en la industria televisiva de
la época, son tremendamente atrevidos. Si el guión lo requería, sus
responsables no dudaban en gastarse los cuartos en imágenes que sólo podrían
usarse una vez, y el guionista principal no se cortaba a la hora de describir
escenas espectaculares. Los efectos están lejos de la perfección que han
alcanzado hoy día, pero a mí me resultan bonitos. Es como los muñecos de
plastilina de Ray Harryhausen. No parecen de verdad, pero tienen su gracia. Los
juegos de luces y sombras, los movimientos de las naves espaciales, el modo en
que estas explotan, muchas veces resultan todavía visualmente atractivos,
aunque carezcan de espectacularidad.
En mi recuerdo siempre
permanecerá la imagen que aparecía en la apertura de una de las temporadas, de
un caza cambiando de dirección haciendo que los motores de la izquierda
funcionaran a distinta potencia que los de la derecha. (Inciso: para lo que se
estila en la televisión, los aspectos científicos, al menos los movimientos de
las naves espaciales, son sorprendentemente creíbles. Es decir, muy poco.)
No, el problema no son los
efectos especiales.
Otro de los motivos por los que
resulto muy innovadora, fue porque introdujo el arco narrativo en las series de
temática fantástica. Hasta aquel momento lo que se había estilado habían sido
siempre los capítulos auto conclusivos, siguiendo el modelo de “Star Trek”, serie por la que está muy
influida. “Babylon 5” supuso un punto
de inflexión, a partir de ese momento los arcos narrativos empezaron a pulular
por la televisión, con mayor o menor fortuna, siendo el caso mas destacado el
de “Battlestar Galactica”, serie que
a su vez debe mucho a “Babylón 5” y
cuyo final ha servido para revalorizarla. Es increíble la de gente que después
de ver el final de “BattleStar Galactica”
comprendieron lo buena serie que era “Babylón
5”.
“Babylón 5” tiene dos tramas principales, la que podríamos llamar
política, que narra como los mundos ocupados por la humanidad se convierten en
un estado totalitario y la trama en plan “Señor
de los anillos”, en la que una sombra renacida se cierne sobre la galaxia y
únicamente una alianza entre múltiples razas será capaz de enfrentarla.
Allí empieza el primer problema.
Durante la primera temporada, se plantan esas dos tramas y numerosos
sub-argumentos, siendo el nexo de unión una intriga acerca de lo que le ocurrió
al comandante Sinclair (interpretado por Michael O’Hare) durante la batalla de
la línea, que no recuerda. Los argumentos no empiezan a desarrollarse todavía,
eso lo dejan para la segunda temporada, sólo se plantan y lo primero que
descubres en la segunda temporada es que el personaje de Michael O’Hare ha
desaparecido, junto con, aparentemente, cualquier posibilidad de saber que le
ocurría y porqué era tan importante. Primer chasco.
No es tan malo como parece. La
verdad es que el espectador sale ganando, el pobre Michael O’Hare lo hizo fatal
durante toda la temporada. Cuando ví por primera vez a Bruce Boxleitner me
escandalicé, pensando que le habían sustituido por un guapito que quedara bien
en las fotos, pero la verdad es que, contra toda previsión, Bruce Boxleitner
conseguirá hacer suyo el personaje de Jim Sheridan, aportando esa curiosa
mezcla de entusiasmo adolescente e implacabilidad que le caracterizan, de tal
modo que se hará insustituible y su actuación llegará a ser uno de los
alicientes del show. Por su parte el productor ejecutivo, creador y principal
guionista Joe Michael Straczynski (a quien a partir de ahora sólo me referiré como
JMS), conseguirá, mediante auténtico encaje de bolillos, hacer que esta
desaparición sea parte de la historia y con el tiempo, oportuna reaparición de
Michael O’Hare mediante en la tercera temporada, explicarlo todo sobre su
personaje, pero eso todavía no lo sabemos.
O sea que en la primera temporada
se plantan los argumentos. En la segunda se empiezan a desarrollan. La tercera
es el clímax, la cuarta la conclusión y la quinta … Relleno. No estaba previsto
rodar una quinta temporada, se hizo por el éxito que había tenido la cuarta.
JMS había acabado su historia, declararía posteriormente que de haber sabido
que iba a haber una quinta, habría desarrollado el argumento de modo distinto.
En la quinta, se nos cuenta bastante de lo que fue de las vidas de los
personajes una vez acabado todo el follón y se empiezan dos nuevas líneas
argumentales, que quedarán gloriosamente inconclusas.
Bueno, la trama centauri fue
terminada por Peter David en su trilogía “Legions
of fire” pero eso es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión.
¿Entienden mis problemas para
recomendar esta serie a la gente? Si, es una serie muy buena. Eso sí, de cinco
temporadas que tiene, en dos de ellas, la primera y la última prácticamente no
pasa nada. Y la última deja cabos sueltos.
El principal valor de la serie y
su principal problema es JMS. En la primera temporada debe escribir como la
mitad de los capítulos. En la segunda, dos tercios. En la tercera y cuarta los
escribe todos y en la quinta, todos, menos uno que escribió Neil Gaiman. Creo
que tiene el record de capítulos de una misma serie escritos por un mismo
guionista. Él es el auténtico alma de esta serie, el que consiguió levantar el
proyecto.
La verdad es que en la primera
temporada prefería los capítulos de otros guionistas. Tenían más ritmo, los
diálogos eran mejores y terminaban. Los de JMS, en cambio, trataban de temas
muy misteriosos que nunca se resolvían y los clímax no conseguían emocionarme.
JMS se va puliendo a lo largo de la serie. Al principio todavía estaba un poco
verde. Tira mucho del recurso del “monstruo de la semana” para rellenar la
mayor parte del metraje de un capítulo, mientras lo interesante ocurre entre
bambalinas, pero se le notan los trucos, lo que produce el desapego del
espectador. ¿Para que demonios voy a seguir las persecuciones de los guardias
de seguridad por los pasillos, cuando se nota que lo único importante del
capítulo es la negociación que está teniendo lugar en el zoco? Además, con sus
líneas de diálogo obliga constantemente a los personajes invitados con poderes
a hacer alardes de histrionismo ridículo. Estos defectos los irá puliendo con
el tiempo, sobre todo porque, a medida que avanza la serie, todos los momentos
empiezan a ser importantes, pero hay algunos de los que jamás se librará.
Los diálogos, fundamentalmente. A
JMS los diálogos nunca le quedarán naturales. Siempre suenan forzados, cuando
dos personajes se encuentran no intercambian frases, sino monólogos. Cualquier
excusa es buena para que un personaje empiece a relatarnos su pasado, su
filosofía personal, o cualquiera anécdota que cruce por su cabeza, mientras el
que tiene enfrente permanece respetuosamente callado, con una sonrisa boba en
el rostro, sin plantearse jamás interrumpirle.
Ojo, que en ocasiones estos
monólogos están muy bien escritos, pero nunca son creíbles y demasiado a menudo
están jalonados por parlamentos presuntamente poéticos, que algún amigo debió
decirle a JMS que evitara, cuando no por patéticos subrayados que toman al
espectador por tonto (Sinclair murmurando “no permitiré que ocurra”, después de
ver una transmisión del futuro de la estación siendo destruida). Además, los
momentos de humor son patéticos. En versión original, los diálogos mejoran
bastante, pero no se salvan. El doblaje, por cierto, es peculiar. Ignoro quien
es el actor de doblaje que interpreta a G’kar. No me parece que lo haga mal,
pero compararlo con la impecable y educada dicción de Andreas Katsulas es como
poco, chocante. Y no hablemos del acento agudo e insoportable que le ponen a
Peter Jurasic.
Hay un exceso de teatralidad a lo
largo de toda la serie. En algunos momentos memorables, teatro de altura, pero
teatralidad en suma, como era habitual en la televisión de la época,
contrastando con algunas resoluciones visuales inhabitúales, que, por lo
metidas que están en la historia, parecen obra del propio JMS. Esta teatralidad
lastra las escenas de peleas cuerpo a cuerpo, que también son patéticas, y
estropea algunas escenas, en las que se requería un mayor grado de violencia,
como las detenciones de G’kar o Sheridan.
Los personajes de la serie tienen
personalidades muy marcadas, muy subrayadas incluso, y evolucionan a lo largo
de la serie, llegando a ser personas completamente distintas al final. Esta
evolución es lógica y plausible, lo que es bueno, pero se plasma con mayor o
menor fortuna. Tomemos como ejemplo la historia de amor entre el comandante
Sheridan y la embajadora Nimbari. En un sentido es modélica, él se siente
fascinado por ella desde la primera vez que se ven, se van acercando
progresivamente, empiezan a simpatizar, a admirarse y confiar el uno en otro,
tienen un par de citas y finalmente se declaran su amor. Muy bien, todo muy
lógico, pero muy artificial. Aunque todo es correcto, incluidas las
interpretaciones, no hay auténtico “alma”
en esa relación. Todas sus escenas parecen trazadas con tiralíneas, carentes de
espontaneidad. Aunque no por culpa de los actores, no hay ni química ni tensión
sexual entre los dos y si una cierta cursilería. Reconozco que las escenas de
la parejita besándose o dándose arrumacos frente a un ventanal surcado de naves
espaciales son bonitas, pero Sheridan llega a utilizar expresiones como “dulce
rostro” o “tus caricias”, que parecen más propias de unas cortes del amor de la
edad media que de un militar de carrera del futuro.
Probablemente la serie peque de
un exceso de planificación. Si bien las tramas se desarrollan bien,
probablemente podrían haberse hecho en la mitad de tiempo.
Tenemos que tener en cuanta que
acaban de cumplirse veinte años desde el estreno de la serie. En ese tiempo, la
evolución que ha sufrido la ficción catódica ha sido inusitada. Los guiones y
la realización han alcanzado cotas de calidad nunca vistas. La duración de las
temporadas se ha reducido en muchos casos de veintitantos capítulos por año a
diez o doce, más trabajados y sin episodios de relleno. Por el contrario, en
aquella época lo que se estilaba era rodar a toda pastilla despreocupándose
completamente de las formas. Los lugares comunes no se evitaban, el espectador
de la época los esperaba y los tenía asumidos como inevitables. “Babylon 5” tuvo un papel mayor de lo que
se cree en superar aquella época, pero aún no se había superado. Si el espejo
en el que se miraba inicialmente eran las series de “Star Trek” tipo “Next
Generation”, podemos decir que “Star
Trek” tenía un mejor nivel medio, pero que los mejores capítulos de “Babylon 5” eran mucho mejores que los
mejores de “Star Trek”.
Estos defectos se hacen más
visibles en un segundo visionado. Este me ha revelado, por ejemplo, que me
perdí un buen montón de capítulos de la primera temporada, y que fui afortunado
al hacerlo, porque en ninguno de esos episodios pasaba nada. Bueno, eso no es
exactamente cierto. “Babylon 5” es
una serie que premia la fidelidad del espectador. Cuantos más episodios se ven,
más enganchado se encuentra uno y mejor se comprende. Incluso en los capítulos
en los que aparentemente no pasa nada, se nos está aportando algo. Tal vez se
profundiza en un personaje, se muestra un lugar que será importante mas
adelante, se adelantan las tensiones entre las diferentes facciones de
alienígenas, en suma, se suministran pequeñas piezas de información, que no
justifican el visionado del capítulo, pero que permiten disfrutar más profundamente
los siguientes. El espectador asiduo detectará multitud de estos detallitos que
permanecen ocultos al espectador ocasional. Detallitos como que el miembro del
cuerpo psíquico que aparecía en los recuerdos del terrorista a punto de morir
es el que luego camina al lado de Alfred Bester en el episodio siguiente,
cositas así. El caso más representativo, es el episodio en el que se nos narra
el romance del embajador Londo Molari con una bailarina. Es probablemente el
peor episodio de toda la serie, y debe ser como el tercero de la primera
temporada, lo que no debió de ser bueno para consolidar audiencias. Sin
embargo, ese episodio resultará fundamental para el devenir de la serie, allá
por la tercera temporada. Ahí es nada.
La planificación tiene también
sus cosas buenas. Muchas. Podríamos decir que JMS es el anti J.J. Abrams.
Mientras que en las series de este productor, él y sus discípulos lo único que
hacen es acumular detalles misteriosos sin preocuparse lo más mínimo de su
explicación, en “Babylon 5” todo está
planeado. Salvando los inevitables contratiempos provocados por los vaivenes de
actores y productores, prácticamente todos los misterios son explicados y
además, con una explicación a la altura de las expectativas creadas. No se
dejan cabos sueltos, todos los personajes tienen su arco y su función, que
cumplen plenamente hasta que alcanzan su destino.
Es en el manejo de las tramas
donde JMS muestra su genio, cuando de repente las piezas dispersas a lo largo
de varios episodios empiezan a encajar, cuando una situación que se ha ido
deteriorando, explota, cuando todo se precipita, cuando se produce un giro
inesperado, aunque por otro lado perfectamente lógico, que pilla por completo
desprevenido al espectador, aunque no pueda dejar de murmurar, “ahora lo
entiendo”. Lamentablemente, estos alicientes se pierden cuando se visiona la
serie por segunda vez y es que, como ya dije, nunca es buena idea intentar
revivir el pasado, sobre todo porque ya no eres la persona que fuiste en aquel
entonces..
Muchas gracias por tu reseña Pepe. Estoy de acuerdo en muchas cosas y en otras que no, me has dado que pensar.
ResponderEliminarUn saludo.
Carlex.
No estoy seguro de que sea una reseña. Simplemente es un montón de pensamientos sobre esta serie que rondaban por mi cabeza y que quería sacar de ahí. Estoy seguro de que si me pongo a exprimirme las meninges me saldrian mas. Me encantaria saber las cosas en que no estás de acuerdo, tu también puedes darme de pensar a mi.
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