“El hombre en el laberinto” de Robert Silverberg
Nota: a pesar de la imagen que ilustra este post, no he podido hacerme con la edición de la Factoría de ideas de esta novela, así que me he conformado con la versión que circula por la red. Ignoro si en la versión más moderna ha sido revisada por el autor o cuenta con una nueva traducción que haya vuelto superfluos mis últimos comentarios.
La acción de esta novela transcurre en una desierta ciudad alienígena de un planeta lejano. A pesar de estar abandonada y tener miles de años de antigüedad, la maquinaria que la sostiene funciona perfectamente, incluso elimina los restos de los animales que mueren en sus calles, aunque mantiene bien visibles los esqueletos de los exploradores que murieron investigándola, porque esta ciudad abandonada está plagada de trampas mortales, es el laberinto que da título a la novela, la versión extraterrestre de las fortificaciones de una tumba egipcia, la pesadilla más desquiciada que atormentaría los sueños de Indiana Jones.
En este laberinto se ha refugiado un hombre, antaño el explorador más famoso de la humanidad, transformado, tras su convivencia con una especia alienígena, en un emisor psíquico cuya presencia resulta intolerable a menos de diez metros para cualquier otra persona.
Dos hombres vienen a buscarle, la eminencia gris que dirige el destino de la humanidad entra bambalinas y un joven inexperto, idealista aunque ambicioso, con el fin de engañarlo para que abandone su retiro y salve a la humanidad.
De modo que en un escenario fascinante, tres personajes debaten sobre las virtudes de la humanidad, la necesidad de compañía del ser humano, la moral individual y colectiva y si la primera debe subordinarse a la segunda, cuestiones todas ellas interesantes.
¿Escenario? ¿Debatir? ¿No estoy abusando de figuras que hacen referencia al teatro en este post? ¡PUES NO! Un vistazo a Internet revela que esta novela es una adaptación de “Filoctetes” de Sofocles y es muy fácil encajar a cada uno de los personajes de “El hombre en el laberinto” con los de la obra, que por cierto, este verano se representa en el teatro de Mérida. Está bien que los autores revisiten a los clásicos, pero esto parece un poco abusivo. Reconozcamos que Sofocles hizo la mayor parte del trabajo.
Las exhibiciones estilísticas tan típicas de Silverberg en esta ocasión se limitan a una serie de mini capítulos que dan cuenta del avance de los recién llegados por el laberinto, que funcionan muy bien para transmitir su confusión y el aturdimiento ante las trampas a las que se encuentran.
Bien escrita, directa breve, un escenario apasionante, temas de interés… Si, tengo que reconocer que lo he pasado muy bien leyendo esta novela. Se podría haber indagado más en la naturaleza del laberinto, pero así queda mas sugerente. La conclusión es un poco precipitada, pero al menos no se eterniza. El conflicto entre los personajes daba para más, pero su resolución es correcta. No obstante, hay un “pero” que no puedo obviar, hay un aspecto de la novela que ha frustrado bastante mi lectura y que hace que me plantee si seguiré leyendo a Silverberg como pretendía. O si lo admitiré públicamente.
Hay algunos detallitos que resultan incómodos a una mente moderna. Todos los personajes son hombres. Siempre se refiere a “el Hombre” en vez de a “la Humanidad”, al menos en la traducción que he conseguido. Normalmente eso me trae sin cuidado, sobre todo si la obra tiene algunos años, pero en este caso se repite mucho.
También está la historia que se cuenta de como una tribu agasajó a Muller ofreciéndole una de sus mujeres. Hospitalidad de la tribu, no de la mujer. Bueno, era una sociedad primitiva, tal vez esas cosas sean antropológicamente normales…
Luego viene el momento en que Boardman le ordena condescendientemente a la compañera de Muller que se vaya a nadar, para que los mayores puedan hablar tranquilos, o cuando le pregunta a Muller si quiere que la traiga a su encuentro (no si quiere que le pida que vaya a recibirlo o que intente convencerla para que vaya a recibirlo, sino que si la trae, directamente, como si su opinión no contara nada) y Muller contesta, en un lenguaje sólo ligeramente más elevado, que sí, que tras tanto tiempo en soledad tiene muchas ganas de echar un polvo.
O ya el acabose, la conversación con Rawlins, en la que reflexionan sobre lo duro que es estar tan lejos de la civilización, sin sus lujos y sin mujeres, porque, por supuesto, el laberinto es un lugar demasiado peligroso para pensar en traer a una mujer.
En resumen, en ningún momento los protagonistas consideran que una mujer pueda ser el igual de uno de ellos ni desempeñar las mismas tareas y responsabilidades. En el mejor de los casos, las ven como “descansos del guerrero”, pero, en general, las consideran como objetos proporcionadores de placer sexual, lujos situados en la misma categoría que un whiskey de calidad.
Vamos, que a pesar de sus muchas cualidades, la novela es de un machismo ofensivo.
De Silverberg siempre tengo presente el primer cuento de CF "seria" que recuerdo, era de una sección de una revista que leía mi padre que se llamaba "Sábado Gráfico". La sección pretendía dar a conocer la CF de calidad al público general y la dirigía Carlo Fabretti, creo. El cuento era "Para ver al hombre invisible", y me impresionó una barbaridad. En la sociedad del cuento a los condenados por algún delito les privaban del reconocimiento de sus congéneres: simplemente les marcaban de alguna manera y todo el mundo hacía como si no lo viera. El protagonista -un hombre invisible- se moría de soledad entre la multitud. Era muy conmovedor. Eso recuerdo, vaya. Más mayor, disfruté como una loca con los primeros volúmenes de Majipur. No recuerdo que me chocara algún tratamiento exageradamente sexista. Aunque igual era la época. El caso es que no he vuelto a leer a Silverberg, o si lo he leído no me acuerdo porque "Alas Nocturnas" me suena demasiado...
ResponderEliminarVaya, suena muy bien ese relato. Parece que la soledad sea uno de sus temas favoritos. A mi también me gustaron mucho los primeros volúmenes de Majipur, aunque otra gente los considera de lo peor que ha escrito. Ya te digo, en su tiempo lo leí mucho y es la primera vez que lo encuentro tan sexista.
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