Robert Silverberg


Robert Silverberg es un autor al que me aficioné mucho en mis tiempos. Por encima de cualquier otra consideración, valoraba sobre todo su legibilidad. Las novelas y relatos de Silverberg se leían con extrema facilidad, aunque lo que contara no fuera especialmente interesante. Silverberg escribía bien, es decir, se preocupaba por los aspectos formales de la escritura y tenía eso tan ponderado que llamamos “una voz propia”, un estilo personal, fácilmente reconocible. Sus personajes eran bastante interesantes, se le deba muy bien la creación de escenarios y exponía ideas atractivas.

En el lado negativo, siempre me pareció que podía sacar más partido a sus ideas y sus personajes. No le interesaban los aspectos que consideraríamos más “cienciaficcioneros”, como el funcionamiento de una máquina del tiempo, las paradojas temporales, el intercambio de cuerpos o los robots, sino como esos aspectos afectaban a las personas. Nada malo en ello, lo hacía bastante bien, pero “bastante” no quiere decir “mucho”. Siempre me pareció que podía sacar más partido a sus situaciones, que le faltaban unas gotas de intensidad emocional. Se preocupaba mas porque sus historias quedaran bonitas, que porque quedaran auténticas.

A su debe hay que añadir el recurso facilón de los momentos oníricos, eficaz pero repetitivo, su afición por la pirotecnia estilística y algunos vicios propios de la ciencia ficción de la época: el sexo gratuito y el nudismo. Su afán de empelotar a la gente me resultaba ridículo.

Últimamente me han dado ganas de recuperarlo y echar una ojeada a las obras publicadas en español que no he leído. Son unas cuantas, el ritmo de publicación de este hombre parece que rivalizaba con el de Asimov. Ya os iré contando.

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