“Wolfgang Stark, el último templario” por Alexis Brito Delgado
Mi interés por esta obra se despertó al leer esta reseña en el sitio de la novela anti histórica. Alexis Brito Delgado es un autor que desconocía. Al parecer, la mayor parte de sus obras están protagonizadas por miembros de la misma familia: los Stark. En esta ocasión, narra las aventuras Wolfgang Stark, primogénito de un pequeño noble germano que renunció a sus títulos y propiedades para unirse a la orden del Temple. Superviviente de la detención de sus hermanos, vaga por la Europa de la época, ganándose la vida como mercenario, dándose de bruces continuamente con lo sobrenatural.
Atormentado por la culpa del superviviente, la destrucción de sus objetivos y la pérdida de sus ideales, Wolfgang Stark es un magnífico personaje. El estilo con el que se narran sus hazañas ha despertado en mi recuerdos del de Robert E. Howard. Es por eso que este nombre va a aparecer continuamente en la reseña. Me disculpo anticipadamente por ello, pues tendría que valorar el libro por sus propios méritos, no comparándolos con los de ningún otro autor, pero es que, en ocasiones, me parecía estar leyendo al autor texano en vez de al tinerfeño, para lo bueno y para lo mano. Ambos autores comparten la capacidad de captar la atención del lector, van directos al grano, hacen un buen uso de la elipsis y escriben las escenas de acción con notable ritmo. Por otro lado, los demás personajes resultan por lo general bastante simplistas y los argumentos, muy convencionales. Gran parte de los capítulos de “Wolfgang Stark, el último templario” constan únicamente de una pelea o una escena de acción.
Este es un libro que engaña, porque se vende como una novela, cuando en realidad es una antología de relatos. Según he leído en otra reseña, es una recopilación de relatos aparecidos originalmente en el sitio web del autor. Yo diría más, alguno de ellos no parecen relatos, sino bocetos de relatos, apuntes de escenas que surgieron de la cabeza del autor, pero que este no fue capaz de desarrollar lo suficiente como para incluirlas en una historia. El ejemplo paradigmático para mí, es el capítulo I de “La tierra del pecado”, titulado “La torre del nigromante”, en el que, sin comerlo ni beberlo, Wolfgang Stark aparece de repente ejerciendo de Indiana Jones, recuperando el símbolo de Baphomet de una fortaleza situada en las montañas escandinavas, sin que sepamos como ha llegado allí, ni porque, ni que ha ocurrido entre el capítulo anterior y este.
(A Robert E. Howard también le pasaban estas cosas, basta con mirar los fragmentos inconclusos del ciclo de Solomon Kane)
Lo peor no es eso, sino que, como los relatos no fueron pensados para ser leídos uno a continuación de otro, son pródigos en reiteraciones que acaban volviéndose muy molestas. Como en aquellos viejos cómics de la marvel en los que el narrador nos repetía una y otra vez en cada número el origen de los poderes del protagonista, Brito Delgado nos repite continuamente la triste historia de su caballero y lo fastidiado que este se encuentra. Sus tribulaciones no son cosa de risa y no se las deseo a nadie, pero de tanto repetirlas, Wolfgang Stark acaba volviéndose antipático, por llorica y auto compasivo.
Súmese una sobre adjetivación rutinaria que, en vez de enriquecer la expresión, la empobrece y que, en esta obra al menos, Brito Delgado no está a la altura de su colega del siglo pasado en cuanto a capacidad de generar suspense, atmósferas e incluso algún que otro giro inesperado y obtendremos un resultado que no puedo recomendar a ningún lector.
Atormentado por la culpa del superviviente, la destrucción de sus objetivos y la pérdida de sus ideales, Wolfgang Stark es un magnífico personaje. El estilo con el que se narran sus hazañas ha despertado en mi recuerdos del de Robert E. Howard. Es por eso que este nombre va a aparecer continuamente en la reseña. Me disculpo anticipadamente por ello, pues tendría que valorar el libro por sus propios méritos, no comparándolos con los de ningún otro autor, pero es que, en ocasiones, me parecía estar leyendo al autor texano en vez de al tinerfeño, para lo bueno y para lo mano. Ambos autores comparten la capacidad de captar la atención del lector, van directos al grano, hacen un buen uso de la elipsis y escriben las escenas de acción con notable ritmo. Por otro lado, los demás personajes resultan por lo general bastante simplistas y los argumentos, muy convencionales. Gran parte de los capítulos de “Wolfgang Stark, el último templario” constan únicamente de una pelea o una escena de acción.
Este es un libro que engaña, porque se vende como una novela, cuando en realidad es una antología de relatos. Según he leído en otra reseña, es una recopilación de relatos aparecidos originalmente en el sitio web del autor. Yo diría más, alguno de ellos no parecen relatos, sino bocetos de relatos, apuntes de escenas que surgieron de la cabeza del autor, pero que este no fue capaz de desarrollar lo suficiente como para incluirlas en una historia. El ejemplo paradigmático para mí, es el capítulo I de “La tierra del pecado”, titulado “La torre del nigromante”, en el que, sin comerlo ni beberlo, Wolfgang Stark aparece de repente ejerciendo de Indiana Jones, recuperando el símbolo de Baphomet de una fortaleza situada en las montañas escandinavas, sin que sepamos como ha llegado allí, ni porque, ni que ha ocurrido entre el capítulo anterior y este.
(A Robert E. Howard también le pasaban estas cosas, basta con mirar los fragmentos inconclusos del ciclo de Solomon Kane)
Lo peor no es eso, sino que, como los relatos no fueron pensados para ser leídos uno a continuación de otro, son pródigos en reiteraciones que acaban volviéndose muy molestas. Como en aquellos viejos cómics de la marvel en los que el narrador nos repetía una y otra vez en cada número el origen de los poderes del protagonista, Brito Delgado nos repite continuamente la triste historia de su caballero y lo fastidiado que este se encuentra. Sus tribulaciones no son cosa de risa y no se las deseo a nadie, pero de tanto repetirlas, Wolfgang Stark acaba volviéndose antipático, por llorica y auto compasivo.
Súmese una sobre adjetivación rutinaria que, en vez de enriquecer la expresión, la empobrece y que, en esta obra al menos, Brito Delgado no está a la altura de su colega del siglo pasado en cuanto a capacidad de generar suspense, atmósferas e incluso algún que otro giro inesperado y obtendremos un resultado que no puedo recomendar a ningún lector.
Yo tambien lo he leído, y creo que es de hecho una lectura altamente recomendable, y que pocos autores pueden ambientar de manera tan certera y retratar laas emociones tan fielmente utilizando la síntesis de palabras, para las cuales encuentra el mejor uso en las escenas de acción.
ResponderEliminarSí que es cierto que los capítulos pueden parecer inconexos, pero es una estructura que también encontré en El Último Deseo,y no me parece nada molesto. Más bien cuadra con el lento viaje hacia las profundidades de la corrupción humana y la proliferación del mal que el personaje descubre al alejarse, cada vez mas cínico, de una conducta civilizada.
Pues... supongo que no estamos de acuerdo. No pasa nada, no habitual ni deseable, estar de acuerdo con todo el mundo.
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