"El rey recibe" de Eduardo Mendoza
No me gustan demasiado la mitad de los libros de Eduardo Mendoza. Leí “La ciudad de los prodigios” casi de niño, una edad a todas luces inapropiada. Me pareció que tenía algunas partes magníficas, pero en general me aburrió. Ya mas mayor, leí “Una comedia ligera”. Al final me gustó y todo, pero también se me hizo pesada. Eso sí, soy un gran admirador de sus novelas de humor. Quizá por eso, mentes bien intencionadas creyeron que regalarme esta obra era una buena idea.
De todos modos, suelo leer algo diferente entre cada dos novelas de ciencia ficción (aunque no necesariamente alejado del fantástico) y todo regalo se merece un respeto, así que he hecho el esfuerzo de leer este libro.
Cuenta las vivencias de Rufo Batalla, primero como periodista y luego en la cámara de comercio, en Nueva York, a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. Parece que es el comienzo de una trilogía. Eduardo Mendoza utiliza un estilo a veces muy complejo en lo sintáctico, pero de una gran precisión, para describir hábitos y costumbres. Los personajes expresan sus puntos de vista en monólogos harto innaturales, que son más largos y recargados cuanto más bufo y patético sea el personaje.
Diría que el objetivo principal es trazar una semblanza de la época y de cómo se vivieron sus principales acontecimientos desde el punto de vista español. Por las páginas de “El rey recibe”, desfila la vida en los países al otro lado del telón de acero, los traumas dejados por la guerra civil, la liberación sexual, el “Spain is different”, los disturbios de Stonewall, el movimiento gay, el Watergate y el asesinato de Carrero Blanco. De vez en cuando hay un momento de ironía que agiliza la lectura y en las descripciones del carácter de algunos personajes hay una gran humanidad. También hay un capítulo con una larga conferencia sobre la historia de un país imaginario que no conduce a nada y que me puso de los nervios. Creo recordar que Mendoza hizo algo parecido en un capítulo de “La ciudad de los prodigios” y que fue uno de los motivos por los que dejé de leerlo.
Uno ya no se cree a pies juntillas todo lo que lee en los libros, sin embargo, en general, Mendoza me ha convencido con sus descripciones y sus puntos de vista. La lectura de “El rey recibe” me ha servido para iluminar un poco mi comprensión de una época que, por los pelos, no llegué a vivir y en la que se fraguó el mundo en que ahora vivo.
Además, es un libro más bien corto, que me ha durado apenas una semana.
Sin embargo, no recomiendo su lectura y hubo ocasiones en que me devoraba la impaciencia por ponerme con otra cosa. No tanto porque Rufo Batalla sea un sosainas ligeramente insatisfecho que no cause en mi la menor preocupación; de narradores que son meros observadores están las estanterías llenas, sino porque en sus 366 páginas no le ocurre prácticamente nada y absolutamente nada de interés.
De todos modos, suelo leer algo diferente entre cada dos novelas de ciencia ficción (aunque no necesariamente alejado del fantástico) y todo regalo se merece un respeto, así que he hecho el esfuerzo de leer este libro.
Cuenta las vivencias de Rufo Batalla, primero como periodista y luego en la cámara de comercio, en Nueva York, a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. Parece que es el comienzo de una trilogía. Eduardo Mendoza utiliza un estilo a veces muy complejo en lo sintáctico, pero de una gran precisión, para describir hábitos y costumbres. Los personajes expresan sus puntos de vista en monólogos harto innaturales, que son más largos y recargados cuanto más bufo y patético sea el personaje.
Diría que el objetivo principal es trazar una semblanza de la época y de cómo se vivieron sus principales acontecimientos desde el punto de vista español. Por las páginas de “El rey recibe”, desfila la vida en los países al otro lado del telón de acero, los traumas dejados por la guerra civil, la liberación sexual, el “Spain is different”, los disturbios de Stonewall, el movimiento gay, el Watergate y el asesinato de Carrero Blanco. De vez en cuando hay un momento de ironía que agiliza la lectura y en las descripciones del carácter de algunos personajes hay una gran humanidad. También hay un capítulo con una larga conferencia sobre la historia de un país imaginario que no conduce a nada y que me puso de los nervios. Creo recordar que Mendoza hizo algo parecido en un capítulo de “La ciudad de los prodigios” y que fue uno de los motivos por los que dejé de leerlo.
Uno ya no se cree a pies juntillas todo lo que lee en los libros, sin embargo, en general, Mendoza me ha convencido con sus descripciones y sus puntos de vista. La lectura de “El rey recibe” me ha servido para iluminar un poco mi comprensión de una época que, por los pelos, no llegué a vivir y en la que se fraguó el mundo en que ahora vivo.
Además, es un libro más bien corto, que me ha durado apenas una semana.
Sin embargo, no recomiendo su lectura y hubo ocasiones en que me devoraba la impaciencia por ponerme con otra cosa. No tanto porque Rufo Batalla sea un sosainas ligeramente insatisfecho que no cause en mi la menor preocupación; de narradores que son meros observadores están las estanterías llenas, sino porque en sus 366 páginas no le ocurre prácticamente nada y absolutamente nada de interés.
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