“Obsesión espacial” de Robert Silverberg




En el futuro de esta novela, los viajes interestelares son habituales, pero no a mayor velocidad que la luz. La contracción temporal relativista aísla a las tripulaciones de las naves espaciales de los cambios que suceden en la sociedad de la Tierra, que acaba haciéndoseles incomprensible, por lo que se encierran en sus propias comunidades: las tripulaciones son familias que no abandonan sus naves o sus acuartelamientos, para desesperación de los miembros más jóvenes, que padecen todos los problemas de la juventud de las localidades rurales y aisladas, multiplicados por mil.

Este escenario es lo mejor de la novela. Si fuera posible alcanzar la velocidad de la luz, parecería algo inevitable. Por desgracia su desarrollo ocupa poco más que el párrafo precedente.

“Obsesión espacial” cuenta la historia de un joven tripulante, obsesionado con la obra de un misterioso científico que desapareció después de haber afirmado inventar la propulsión más rápida que la luz, cuyo hermano gemelo fue uno de esos insatisfechos que abandonó la nave y que ahora debe sacarle casi diez años, que aprovecha el regreso de un viaje para ir a buscarlo y se interna en la sociedad de la Tierra.

En la descripción de esta sociedad hay algunos elementos satíricos que me han resultado deliciosos y que es el otro aspecto interesante de la novela. Los terrestres son obligados por ley a comprar siempre que alguien les ofrece su mercancía, ala vez que el trabajo es tan escaso que el gobierno crea toda tipo de normas, estrictas y absurdas, para evitar que la gente consiga un empleo. Los juegos de azar, o algo parecido, son la principal fuente de ingresos de la población.

“Obsesión espacial” es una novela temprana de Silverberg, evidentemente anterior a su “periodo dorado” en el que comenzó a escribir obras más personales y complejas, después de haber abandonado el género durante años. Resulta simpática en su falta de pretensiones y medianamente entretenida. Al contrario que otras obras que se publicaron en España en la misma época, la traducción es bastante correcta. A pesar de ello, no deja de ser una obra destinada a un público infantil, o al menos, juvenil. Cumple casi todos los tópicos que se atribuyen a este tipo de obras. Infiernos, si el protagonista hasta tiene un amigo alienígena con aspecto de rata parlanchina que le acompaña, encaramado a su hombro… Por desgracia los tiempos han pasado y su audiencia potencial está acostumbrada a obras más complejas y menos tópicas, o, al menos, con unos tópicos distintos. Para los lectores adultos, la novela resulta demasiado plana y sencilla. Carece de interés, excepto para los nostálgicos.

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