Un exabrupto acerca de "Luna Acendente"



Antes de empezar esta reseña, me gustaría desahogarme sobre un tema que siempre me ha disgustado: la facilidad con la que se sublevan las masas en la ficción. Es algo que permea la práctica totalidad de la fantasía heroica, gran parte de las space opera y la literatura de aventuras de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Como poco. Todos lo hemos visto cientos de veces. El héroe de la historia se coloca en medio de una plaza o lugar público, da un discurso emocionado y, a continuación, el pueblo empieza a gritar, empuñan sus horcas y corren a hacerse matar en su nombre.

La historia está plagada de revueltas populares y de algún modo debieron empezar, pero siempre me ha parecido inverosímil la facilidad con que las multitudes asumen los valores del protagonista. No soy historiador, pero sospecho que en la vida real la mayoría de las revueltas requirieron de agentes subversivos que fueron “calentando” el ambiente durante semanas, o bien de un incidente desafortunado que catalizó el odio y la frustración de las poblaciones.

El caso es que cuando se trata de un puñado de siervos de la gleba sin acceso a la educación, al que les han comido el coco desde su infancia para inculcarles la lealtad a un señor que no conocen, probablemente con la ayuda del cura del pueblo, bueno, me lo puedo creer, pero cuando nos movemos al futuro de la ciencia ficción, ya me descoloca más. Podría asumirlo en un feudalismo galáctico tipo Dune, que es exactamente el mismo caso, a escala aumentada, pero en un futuro de pasado mañana, como el de “Luna”, donde hasta el más bobo tiene acceso a la red, padece de exceso de información y probablemente tenga una cultura inmensa, que doble la de mis abuelos, aún asumiendo que la mayor parte de ella consista en referencias al balonmano, ¿qué puede importarle a este tipo de gente que les gobierne los Mckenzie, los Sun o los Corta?

Si, ya se lo que me van a contestar, que por mucho que avance la tecnología, la humanidad seguirá siendo la humanidad y seguiremos siendo igual de inútiles, pero si yo fuera un tragapolvos lunar que ha cambiado de patrón con cada uno de los vaivenes dinásticos de esta trilogía, en vez de responder a ninguna de las llamadas a las armas que aparecen en esta novela, lo que haría sería encerrarme en mi cabina, después de haber hecho acopio de alimentos.

Y quizás aprovechar la ocasión para buscar otro trabajo.

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